IVAN VALAREZO
2007-10-13 17:47:10 UTC
Sábado, 13 de octubre, año 2007 de Nuestro Salvador
Jesucristo, Guayaquil, Ecuador - Iberoamérica
(Este Libro fue Escrito por Iván Valarezo)
SATANÁS ES DERROTADO:
En el principio de las cosas "nuestro Padre Celestial quería
derrotar a Satanás a como de lugar, poro con su verdad, con
su justicia y con su derecho de honra, santidad, gloria y
perfección", sólo posibles no por medio de los ángeles del
cielo, sino mucho más que ellos. Y esto era "sólo posible por
medio de su Hijo amado", su Árbol de vida eterna, el gran rey
Mesías de la eternidad del paraíso y de todos los tiempos,
también.
Además, nuestro "Padre Celestial no creo a su arcángel más
glorioso y poderoso de todos los tiempos, en el reino de los
cielos, para luego derrotarlo y hasta matarlo", sino para que
le sea fiel a él: "cuidando su Trono de gloria y de
misericordia infinita en todos los días de su vida y hasta la
nueva eternidad venidera". Pero al verse Satanás, como "el
arcángel más sabio que todos los ángeles del cielo, entonces
pensó que podía ser tal vez más sabio que el Árbol de la
vida", el Santo de Dios, nuestro salvador Jesucristo; y peca
terriblemente en su espíritu celestial, al pensar así, para
comienzo del pecado y mal de muchos.
Ahora, si esto era verdad, de que "fuese más sabio que el
Santo de Dios, entonces podía ser también mucho más poderoso
que Él"; algo "inaudito en el cielo con los ángeles", pero
"quizás posible a pesar de todo"; y, además, no lo iba a
saber nunca, es decir, si no "primero lo intentaba". En el
momento de la oportunidad, "si se encontraba ser más sabio y
poderoso que el Santo de Dios, entonces, sin duda alguna,
podía ser tan sabio y hasta tan poderoso como su Creador",
nuestro Padre Celestial que está en los cielos.
Y es aquí que "Satanás peca en contra de su mismo corazón y
de su misma gloria y dignidad como arcángel sabio y sumamente
poderoso en el reino de los cielos", cuidando siempre del
Trono de la gloria y de la misericordia infinita de nuestro
Dios. Aquí es "cuando el pecado comenzó a florecer con sus
tinieblas más terribles, para invadir los corazones de los
ángeles infieles y al resto de la creación, por ejemplo, como
la tierra de nuestros días, el infierno y hasta el mismo lago
de fuego eterno, en el más allá.
En realidad, el pecado "comenzó a contaminar el reino de los
cielos y, a la vez, ha regarse como flor silvestre en todos
lados y hasta que nuestro Dios se dio cuenta de lo que estaba
sucediendo en su entorno y con sus arcángeles más poderosos,
también". Y "cuando nuestro Padre Celestial se dio cuenta de
la mentira y de la maldad de Satanás", como arcángel de
gloria y de honra para proteger y cuidar por siempre el Trono
santo de su Dios y Creador de su misma vida, entonces "se
opuso a él, como Dios Santo y único soberano de la vasta
creación celestial".
Ya que, el designio del corazón de Satanás "no sólo era
tomarse el Trono de Dios con sus mentiras más crueles y a la
fuerza, en los corazones de una tercera parte de los ángeles
del cielo, sino que también quería ser como Dios y como el
Árbol de la vida", el Santo de Dios, ¡nuestro Señor
Jesucristo! Y esto "era un imposible para Satanás alcanzar y,
a la vez, para nuestro Dios y para sus ángeles fieles a él y
a su nombre muy santo del cielo vivirlo", en sus corazones y
en sus espíritus sagrados y celestiales, por ejemplo.
"El rechazo total de Dios y de sus ángeles benditos a la
maldad de Satanás en contra del Trono Celestial y de su Árbol
de vida eterna, nuestro Señor Jesucristo, entonces hizo que
Satanás y sus seguidores diabólicos ya no pudiesen seguir
viviendo", ni un momento más, en el reino de los cielos y
delante del Trono de Dios. Es decir, también, que "el mismo
nombre muy santo de nuestro Padre Celestial", el cual habita
en perfecta santidad en el corazón de su Hijo amado, el Árbol
de la vida eterna del cielo, del paraíso y de la tierra, "lo
lanzo fuera del cielo y con sus seguidores viles también",
para que no pequen más delante de Dios.
Y así "el espíritu inicuo de Satanás no gane más terreno para
que permanezca en el reino de los cielos" delante de Dios,
delante de su Hijo, delante de su Espíritu y delante de sus
ángeles, aún muy fieles a su nombre santísimo, por supuesto,
a pesar de lo que Satanás había hecho en su rebelión en
contra de Dios. En verdad, fue el Espíritu de amor "del fruto
de la vida del Señor Jesucristo", del Espíritu Santo y de
cada uno de los ángeles, arcángeles, serafines, querubines y
demás seres santos, "el que lanzo fuera a Satanás y a sus
ángeles caídos", para que ya no pequen más delante de Dios y
en todos sus lugares santos del cielo.
Pues así "Satanás sufrió su primer derrota el día que se
rebelo en contra de Dios y de su Trono santo", para exaltar
su nombre inicuo aún mucho más alto que el nombre del Árbol
de la vida, nuestro Señor Jesucristo, en los corazones de los
ángeles, "para autoproclamarse como dios soberano de todo ser
viviente en el cielo". Y como "no pudo autoproclamarse un
dios", para ser aún mayor que nuestro Padre Celestial y que
nuestro Señor Jesucristo, entonces se rebelo aún mucho más
que antes: "con juramentos de destruir a Dios y a toda su
verdad, justicia y aún el derecho de existir, no sólo de Dios
sino también de los que invocan su nombre santísimo, por
ejemplo".
Entonces "Satanás descendió derrotado del cielo con gran ira
y rebelión en su corazón", por no haber logrado lo que su
corazón inicuo e infinitamente perdido demandada de él: "de
ser mayor que Dios y de su Hijo amado, nuestro Señor
Jesucristo, en los corazones de los ángeles del reino de los
cielos". Es por eso, que "Satanás lleva una lucha incansable
para deshonrar y destruir todo lo que es de Dios, de su Hijo
amado (nuestro Señor Jesucristo), de su Espíritu Santo y de
sus seres muy amados", como ángeles aún más fieles a él que
nunca y así también, como hombres, mujeres, niños y niñas
(igualmente fieles a su nombre santísimo).
Desde entonces muchos se han preguntado: ¿Por qué Dios creo a
Satanás?
La repuesta a esta pregunta es simple: Nuestro Dios no creo a
Satanás. Nuestro Dios creo a un arcángel sabio y perfecto
para que sea guardián de su Trono santo. Pero como vio su
gloria de sabiduría y de perfección ser mayor que la de los
ángeles aun más poderosos del reino de los cielos, por
ejemplo, entonces se envaneció su corazón hasta el punto de
ambicionar ser mayor que Dios y del Señor Jesucristo en el
cielo y en el resto de la vasta creación celestial y
terrenal.
Y "en éste espíritu rebelde y de profundas tinieblas jamás
conocidas por nadie, sino sólo por Lucifer, fue entonces que
comenzó a ser un ser diablo, Lucifer. Y este ser diablo es el
enemigo de Dios, de todo lo bueno, de todo lo verdadero, de
toda justicia y de todo derecho a la vida de ángeles, del
hombre de la tierra, y hasta del derecho del Señor Jesucristo
de ser el único Mesías y Árbol de la vida del paraíso y de la
tierra, también, para siempre.
Es por eso, que se lo conoce "como Satanás", el enemigo de
toda vida del cielo y de la tierra. Y Satanás es enemigo de
toda vida del cielo y de la tierra, porque "la vida sólo sale
por toda la creación del Árbol de la vida eterna, nuestro
Señor Jesucristo", ¡el único Hijo amado de Dios, desde la
antigüedad y hasta nuestros días! Esa es "la única razón
mayor en el corazón de Satanás para odiar", como odia a Dios
y al Mesías, en la vida de ángeles del cielo y, pues, así
también a hombres, mujeres, niños y niñas de la humanidad
entera, por ejemplo.
Ciertamente, nuestro "Dios no creo a Satanás sino que él
mismo se proclamo como Satanás", en el cielo y en la tierra,
para ser "un nuevo dios de todos los seres vivientes que Dios
ha creado en el cielo y en el resto de la creación", para la
eternidad. Y así hacer "de éste nombre inicuo y de profundas
tinieblas mayor que el nombre de nuestro Dios y del nombre de
nuestro salvador Jesucristo", en el cielo con los ángeles y
en la tierra con todos los hombres, mujeres, niños y niñas de
la humanidad entera.
En verdad, nuestro "Dios jamás iba a permitir ningún mal de
esta naturaleza que sobre tome su nombre santísimo y de toda
la gloria infinita de su vasta creación celestial y terrenal,
con los ángeles del cielo y con la humanidad de la tierra". Y
fue entonces "que nuestro Dios decidió enviar a su Espíritu
Santo, para que se riegue sobre toda la tierra y subyugue a
todas las tinieblas del más allá". Para luego "entonces
enviar a su Hijo amado al mundo", para finalmente no sólo
crear al nuevo hombre de su nueva vida y de su nueva creación
celestial e infinita, sino también "para ponerle fin al
pecado y a la rebelión de Satanás y de su ángel de la
muerte".
Porque Satanás y así también el ángel de la muerte matan a
todo ser viviente en el cielo, en la tierra o en cualquier
lugar de la vasta creación de Dios, no porque Dios lo quiso
así en el principio, sino por maldad y rebelión infinita al
fruto del Árbol de la vida, nuestro Jesucristo, nuestro
Mesías. Es por esta razón, que nuestro Señor Jesucristo le
declaro abiertamente al ángel de la muerte, delante de sus
apóstoles y las gentes de Israel, para decirle: "Muerte, yo
soy tu muerte".
Y desde entonces "Satanás y su ángel de la muerte están
declarados muertos", para siempre. Porque ellos pensaban y
así también todos los ángeles caídos, "de que jamás morirían,
sino que seguirían existiendo infinitamente". Pero lo que
nunca se imaginaron en sus corazones oscuros, ni en sus
peores o mejores pensamientos, fue, realmente, "que Dios si
podía destruir su pecado y sus vidas rebeldes a Dios y a su
Jesucristo, para siempre".
Es decir, "destruir el espíritu de maldad y de rebelión
infinita que se levanta siempre en contra toda verdad, toda
justicia y todo derecho a la vida santa de acuerdo al
Espíritu de la Ley de Dios y de Moisés, por ejemplo, en el
cielo y así también en la tierra y en el resto de la inmensa
creación celestial". Y "sobre el madero, en las afueras de
Jerusalén, en Israel, el Señor Jesucristo no sólo mato al
pecado y sus poderes, sino también a Satanás y a sus ángeles
caídos", especial al ángel de la muerte: "cuando el ángel de
la muerte pensaba que estaba destruyendo por fin al Árbol de
toda vida, realmente se estaba liquidando el mismo".
Y, "aunque esto y muchas cosas han acontecido desde el día
que Lucifer se rebelo en contra de Dios en el cielo, para
exaltar su nombre inicuo aún más que el nombre de nuestro
Señor Jesucristo en la vida de los ángeles, nuestro Dios no
termina con la vida de Satanás" aun, y esto, teniendo el
poder para hacerlo así. Y la razón es que "primero Dios no
creo a Satanás"; Dios creo a un arcángel "que sea sabio,
perfecto y fiel siempre a su Trono y a su Árbol de vida
eterna", ¡el Señor Jesucristo!
Pero "Satanás se convirtió en el enemigo numero uno del
nombre del Señor Jesucristo y del Trono de la gloria y de la
misericordia infinita de nuestro Padre Celestial, por
decisión propia o personal". Y segundo, de una manera u otra:
"nuestro Padre Celestial tiene que sacar a la luz todas las
mentiras, maldades, maldiciones, crímenes, adulterios,
homicidios de las profundas tinieblas del más allá, para
finalmente juzgarlas y destruirlas todas en un sólo día, para
gloria de su nombre santísimo, en Jesucristo.
Es decir, que "Satanás es el que trae todos estos pecados
terribles y de profundas tinieblas, del primero de ellos y
hasta el ultimo, para ser expuestos por Dios y destruidos por
nuestro Señor Jesucristo, en el día final de todas las
cosas", en la tierra y en el más allá. Porque "ningún mal ha
de quedar oculto, aunque hayan sido pronunciadas o creadas en
lo más oculto de los lugares del cielo, de la tierra y hasta
de la mente y del corazón del pecador y de la pecadora de
toda la tierra".
Porque "toda palabra y toda acción de los ángeles caídos y de
los pecadores y pecadoras de toda la tierra, en su día, serán
llevados a su juicio justo y final, para que entonces empiece
una nueva era de vida eterna": libre de todos los males de
Satanás y del más allá, también. Es por eso, que "Satanás aun
no ha muerto o desaparecido por completo del cielo y de la
vida del hombre, porque su día sólo lo conoce nuestro Padre
Celestial y nuestro Señor Jesucristo con su Espíritu Santo,
por supuesto.
De hecho, esto ha de ser así: "en el día de la muerte de
Satanás y de sus demonios en el lago de fuego eterno, en el
juicio final de todos los males" de los ángeles del cielo y
de la humanidad entera, también: "porque el pecado comenzó
con los ángeles y luego llego al hombre de la tierra". Y sólo
entonces "nuestro Padre Celestial habrá destruido a Satanás y
al ángel de la muerte", cuando toda mentira, maldad, calumnia
y pecado haya sido manifestado y juzgado, por los poderes
sobrenaturales del Espíritu de la sangre y de la vida santa
del Mesías.
Y, por ende, para "destruir a Satanás había que humillarlo
finalmente a todas luces del día, en la cruz de nuestro Árbol
de la vida eterna, nuestro Señor Jesucristo, en las afueras
de Jerusalén, en Israel". Entonces "pronto Satanás será atado
a un calabozo por mil años para luego destruirlo por
completo", en el día señalado del SEÑOR, para que todos:
"ángeles y hombres, mujeres, niños y niñas de la humanidad
entera, de todas las edades de la tierra, comiencen a vivir
sus nuevas vidas eternales en el cielo": ¡La Nueva Jerusalén
del Mesías Celestial!
SATANÁS FUE HUMILLADO COMO EXPECTÁCULO PÚBLICO Y NO LO SABIA
También "despojó a los principados y autoridades nuestro
Señor Jesucristo con el poder del Espíritu sobrenatural de su
sangre y de su vida sumamente santísima, y, además, los
exhibió como espectáculo público", para que todos vean la
verdad de ellos eternamente y para siempre: "porque había
triunfado sobre cada uno de ellos en la cruz, a partir de
aquel momento". Verdaderamente "ésta era la victoria sobre
Satanás que nuestro Dios había soñado desde tiempos
inmemoriales", para bien de Adán y de su infinita humanidad
en la tierra y así también para la nueva vida celestial del
nuevo reino angelical, como La Nueva Jerusalén Santa y
Perfecta, Glorificada por la presencia sin igual del Árbol de
la vida, ¡el Mesías!
Ya que, solamente "con ésta victoria de Dios y de su Hijo
amado en contra de Satanás", entonces "nuestro Dios iba a
recuperar no sólo a Adán sino también a todo lo perdido, en
el paraíso, en la tierra y así también en la eternidad
celestial e infinita del nuevo más allá venidero", de ángeles
y de la humanidad eternal. Es por esta razón, que "la
victoria de Dios y del Señor Jesucristo sobre la cima de la
roca eterna, clavado a los árboles secos y sin vida de Adán y
Eva, es de suma importancia para el corazón de cada hombre,
mujer, niño y niña de la humanidad entera", hoy en día y para
siempre, en la eternidad venidera.
Y, además de todo, nuestro "Dios mismo ha hecho y declarado
públicamente que ésta victoria suprema de su Hijo amado,
nuestro Señor Jesucristo, sobre Satanás sea también para cada
uno de todos nosotros, de todas las razas, familias, pueblos,
linajes, tribus y reinos de la tierra". Y, "esto es algo que
lo saben todos, en el cielo y así en el bajo mundo" de los
espíritus perdidos (sin el fruto de la vida en sus seres
eternos): "pues así también Dios está haciendo que ésta gran
verdad sea conocida en los corazones de los hombres, mujeres,
niños y niñas de la humanidad entera, en la tierra".
Es decir, que "ésta gran verdad de derecho y de justicia
eterna del paraíso, no sólo es conocida en el reino de los
cielos, sino que también en el bajo mundo de los muertos,
para gloria y para honra infinita del nombre sagrado de
nuestro Padre Celestial y de su Espíritu Santo que están en
los cielos", por ejemplo. Y es por esta razón, que "Satanás
mismo junto con sus ángeles caídos nos teme a cada uno de
todos nosotros, tal como siempre ha temido a nuestro Padre
Celestial y a su Hijo amado", desde los días de la antigüedad
y hasta siempre.
Porque "cuando Satanás nos ve, con sus ojos llenos de maldad
y de injusticia, entonces nos está viendo en los poderes
sobrenaturales, obtenidos justamente sobre la cruz del
madero, en las afueras de Jerusalén, para ponerle fin no sólo
a nuestros pecados, sino también fin a la vida rebelde y
pecadora del hombre en contra de su Hijo, nuestro
Jesucristo". Es por eso, que "cada uno de nosotros cuando
clama a nuestro Padre Celestial en el nombre sagrado de su
Hijo amado, el Señor Jesucristo, entonces poderes
sobrenaturales despiertan": sólo para derrotar a Satanás y a
cada una de sus artimañas engañosas, lanzadas en contra de
nosotros desde la antigüedad, en todos los lugares de la
tierra, por ejemplo.
Por ello, nuestro "Señor Jesucristo destruyo todos los
poderes sobrenaturales de los principados de las tinieblas y
sus autoridades también, para que no vuelvan a hacer ningún
daño a ninguno de los hijos e hijas de Dios", en el paraíso y
así también en todos los lugares de la tierra, para siempre.
Es por eso, que hoy en día, "es seguro y positivo regresar al
paraíso", porque "las tinieblas de Satanás ya no tienen
ningún poder alguno, como en los días cuando pudo engañar a
Adán y a Eva, por ejemplo", por medio de los labios de la
serpiente antigua del Jardín del Edén.
Esto es algo del pasado: "muerto y enterrado para siempre en
el polvo de la vida: la vida del pecado de todo hombre,
mujer, niño y niña de la humanidad entera, comenzando con
Adán y Eva, por ejemplo" (aunque no lo veas así en tu corazón
y en tu espíritu humano, mi estimado hermano y mi estimada
hermana). Porque "todos estos poderes y autoridades
sobrenaturales de las tinieblas que existían en el cielo, han
sido derrotados y destruidos una a una para que no vuelvan a
hacer ningún daño jamás a Dios, a su Hijo amado, a ángeles
del cielo, ni a hombres de la tierra".
Puesto que, "antes de que estos poderes de las profundas
tinieblas de los principados y autoridades de Satanás, en el
cielo, en el paraíso y en la tierra, Dios no podía a hacer a
ningún hombre, mujer, niño o niña de Israel y así también de
las naciones de la tierra: en su hijo legitimo o en su hija
legitima". Pero "gracias a la obra sobrenatural del descenso
del paraíso para nacer, vivir la Ley de Dios y predicarla en
todo Israel, para luego ser crucificado por cumplimiento de
ella en los árboles cruzados de Adán y Eva y sobre la cima de
la roca eterna, en las afueras de Jerusalén, en Israel,
entonces Dios triunfa sobre el pecado enormemente".
Porque "nadie podía predicar la Ley de Dios y de Moisés, sino
la cumplía cabalmente en su corazón, en su espíritu, en su
alma y en su cuerpo humano" delante de Dios sumamente santo e
infinitamente honrado en el cielo y en la tierra por sus
ángeles, pos sus hijos y por sus hijas. Pero como el Señor
Jesucristo no sólo descendió a Israel en el Espíritu Santo de
la Ley de Dios y de Moisés, sino que también vivió
perfectamente en éste Espíritu Celestial de la Ley de nuestra
salvación y de nuestra bendición infinita, en la tierra, para
cumplirla y honrarla para siempre.
Y como nuestro Mesías nació, vivió por el Espíritu de la Ley
de Dios y de Moisés, por ejemplo, entonces Él si podía
predicarla a todas luces a las gentes de Israel, gentiles y
hebreas (y del mundo entero, por supuesto, como hoy en día),
para posteriormente derramar su sangre por ella, sobre la
roca eterna, en las afueras de Jerusalén. Y "ésta era sangre
santa, sangre de vida eterna para todos sus fieles de todas
las razas, familias, pueblos, tribus, linajes y reinos del
hombre, en el paraíso, en la tierra y en La Nueva Jerusalén
del cielo", infaliblemente.
Para que de esta manera, "ya el pecado no tenga ningún poder
sobrenatural por los principados y autoridades de Satanás y
de sus seguidores" en el paraíso, en la tierra y así también
en la eternidad venidera, del nuevo reino inmortal, sino que
"todos sean liberados para conocer sólo la luz de la verdad,
el derecho y la justicia del Mesías". Porque "fue el Mesías,
el Árbol de la vida eterna, en el paraíso, a quien Dios quiso
que Adán conociese primero y no a los ángeles del cielo",
aunque esto era muy loable hacerlo así por Dios primero, pero
"la importancia de conocer a Cristo, al Mesías, en el corazón
de Adán, realmente, era mayor en el corazón de nuestro Dios".
Y lo mismo es verdad, hoy en día, en Israel, aunque no lo
veas así --es decir--, que "nuestro Dios sólo desea que el
hombre conozca a su gran rey Mesías, el Cristo, el fruto del
Árbol Viviente, en todos los lugares de la tierra, como su
único Hijo amado posible", en esta vida y en la venidera,
también. Porque "sólo el gran rey Mesías es el cumplimiento
de la Ley en el paraíso, en la tierra y así también en la
nueva vida infinita del nuevo reino de los cielos", para
ángeles y para la humanidad entera, también.
Es más, nuestro "Padre Celestial sólo deseaba que Adán y sus
descendientes conociesen al Mesías, al Árbol de la vida
eterna de aquellos días y de siempre en la eternidad
venidera, para alcanzara la nueva vida infinita, la cual
nuestro Dios buscaba encontrarla no tanto en los ángeles,
sino en el hombre por medio de su Hijo amado", ¡el Cristo! Y
es por esta razón, que "nuestro Dios tenia que ponerle fin al
pecado de Lucifer, en los corazones de todos los hombres,
mujeres, niños y niñas de la humanidad entera, comenzando con
Israel, por ejemplo, para comenzar entonces la nueva gloria
celestial e infinita de un nuevo reino inmortal", en la
tierra y en el cielo.
Entonces "el pecado ha muerto infinitamente, en nuestro Señor
Jesucristo: Gracia a su vida santísima vivida en la tierra de
Israel, de acuerdo al plan de salvación de Dios, la cual
cumplió todo precepto y significado eterno de cada letra,
palabra y tildes con sus significados eternos de la Ley", en
la tierra y así en la nueva vida infinita. Por lo tanto, "el
pecado ha muerto en el cielo, en el paraíso y así también en
todos los lugares de la tierra", para los que creen en Cristo
en sus corazones y así confiesan su nombre santo delante de
Dios y de su Espíritu Santo con sus labios, entonces "sean
libres infinitamente para vivir y gozar la vida eterna".
Porque "el pecado no sólo murió para el hombre y la Ley
Viviente de Dios, sino también para Satanás y para cada uno
de sus ángeles caídos, por ejemplo, en todos los lugares de
la creación de Dios y así también en el bajo mundo de las
almas perdidas", como el infierno y como el lago de fuego,
por ejemplo. Y, "como el pecado ya no tiene poder alguno para
hacer ninguno de sus males de siempre": como maldecir,
enfermar, destruir y hasta matar a ángeles del cielo y
hombres, mujeres, niños y niñas de la humanidad entera,
entonces "Satanás no posee poder alguno en ninguno de sus
principados y autoridades de la antigüedad, ni de hoy en día,
tampoco".
Es decir, también, de que "desde el día que el Señor
Jesucristo venció al pecado con el poder sobrenatural del
Espíritu de la letra de la Ley de Dios, por ejemplo, en su
corazón, en su sangre, en su vida santísima y en su nombre
sumamente glorioso y milagroso, entonces "Satanás comenzó a
morir poco a poco para desaparecer inconmensurablemente". Es
decir, que "Satanás no sólo ya no tiene poder alguno para
hacer los daños que antes hacia a los ángeles fieles a Dios y
a su Árbol de vida y al hombre de la tierra, sino que comenzó
a envejecer poco a poco y hasta que por fin muera": "Muera,
como cualquier pecador, para no volverse a levantar jamás".
Porque "la verdad es que sin el poder absoluto del pecado y
de sus tinieblas, Satanás ya no es el Satanás terrible de
antes", sino un espíritu caído: "caído como cualquier
espíritu perdido en las tinieblas del bajo mundo, como en el
infierno y finalmente como en el lago de fuego", la muerte
final de todo ser rebelde a Cristo. Entonces "desde los días
de la cruz, en las afueras de Jerusalén, en Israel, la Ley de
Dios no sólo fue cumplida cabalmente en su totalidad, para
gloria y para honra infinita de nuestro Padre Celestial que
está en los cielos, sino mucho más que todo esto".
Realmente "el rival y enemigo de Dios y de toda verdad,
justicia y derecho del Árbol de la vida para bien de ángeles
del cielo y así también para Adán y cada uno de sus
descendientes, entonces comenzó a morir", para la nueva
eternidad venidera del nuevo reino inmortal, de ángeles y de
la nueva humanidad infinita, por ejemplo. Y "como Satanás
muere poco a poco y hasta desaparecer por completo de
nuestras vidas y de la vida de nuestro Árbol de la vida
eterna, primordialmente, entonces vamos a comenzar a gozar la
vida inmortal con cada una de sus riquezas celestiales": como
jamás lo pensamos hacer así, ni en nuestros mejores sueños,
mi estimado hermano y mi hermana.
¡Gloria a Dios! Dale: ¡Gloria al que vive por los siglos de
los siglos, en tu corazón eterno, hoy y por siempre en la
nueva eternidad venidera! Entrégale: la gloria de tu corazón
a tu Dios y Creador de tu vida, por medio de su Hijo amado,
porque ¡sólo Él es digno de toda gloria y de toda honra, en
la tierra, en el paraíso y así también en La Nueva Jerusalén
Santa e Infinita del cielo!
DIOS UNGIRA A JESUCRISTO EN NUESTROS CORAZONES, POR SU
RECTITUD
"Por lo tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los
fuertes repartirá botines en los últimos días de vida de la
tierra", hablaba nuestro Padre Celestial sobre su Hijo amado,
el Mesías eterno (en el libro del profeta Isaías, a sus
pueblos de toda la tierra, comenzando con Israel). Porque
ciertamente "nuestro Señor Jesucristo derramó su vida hasta
la muerte sin escatimar nada de él, ni lo más preciado de su
corazón santísimo y, además, fue contado entre los
transgresores, sin haber hecho mal alguno a nadie": pues,
habiendo Jesucristo llevado el pecado de muchos e intercedido
por ellos, alcanzando así: ¡el perdón y la vida eterna para
todos!
En la medida en que, "todos estaban condenados a la muerte
eterna del fuego eterno del infierno candente e infinitamente
violento, ya que habían pecado en sus espíritus humanos, con
el tan sólo hecho de haber nacido en el mundo": como
descendientes directos del espíritu de Adán en el paraíso,
por ejemplo. Y "por culpa de éste espíritu rebelde del
corazón de Adán, entonces no sólo Adán tuvo que alejarse de
su vida angelical del paraíso, sino también Eva (su esposa) y
todos sus descendientes (como tú y yo, hoy), para que el
pecado y la maldad de la mentira y de la muerte eterna no se
propaguen en el cielo infinitamente".
Porque la verdad es que "si Dios hubiese permitido que el
hombre siguiese viviendo su vida con sus descendientes,
entonces el espíritu rebelde de la mentira, la maldad y de la
muerte eterna se hubiese incrementado enormemente para mal de
muchos, en toda la creación celestial", para muerte y
destrucción de seres santos, cosas y lugares gloriosos del
cielo, por ejemplo. Pero "Dios fue sabio e hizo cumplir la
palabra viva y bendita de su Ley Eterna, haciendo que Adán y
sus descendientes no sigan viviendo sus vidas angelicales en
el paraíso, sino en otro lugar, lo más lejos posible del
paraíso" (para evadir cualquier clase de problemas terribles
que puedan surgir, en el más allá, como pecados
imperdonables, por ejemplo).
Y "éste nuevo lugar de vida para el hombre es la tierra, de
nuestros días y de siempre, para posteriormente cambiarles su
espíritu rebelde a él y a su palabra viva, por el espíritu
obediente de su fruto de vida eterna, su Hijo amado", ¡el
único Mesías posible en todos los tiempos para Israel y para
las naciones! Entonces "cuando nuestro Señor Jesucristo
descendió del paraíso, no nació en Israel por voluntad del
hombre, sino por la voluntad perfecta de Dios y del Espíritu
de la Ley de Dios y de Moisés.
Porque era necesario que nuestro Señor Jesucristo descendiese
del cielo en el único Espíritu Santo de la Ley de Dios y de
Moisés, para empezar la nueva vida infinita del nuevo reino
de Dios y de sus seres muy amados, como hombres, mujeres,
niños, niñas y huestes de ángeles gloriosos del cielo. Y así
entonces nuestro rey Mesías y salvador de nuestras almas
infinitas no entre al mundo en el pecado de Adán, como
cualquier pecador o como cualquier pecadora, sino en el
Espíritu de la Ley de la gracia y de la misericordia infinita
de nuestro Padre Celestial que está en los cielos".
Porque "después de haber el Espíritu de Dios entrado en el
vientre virgen de la hija de David, entonces permaneció nueve
(9) meses en su vientre, formando el cuerpo, con sus huesos y
con su sangre santa, para darnos el Mesías", ¡el único
salvador posible de todos los tiempos, de Israel y de las
naciones! Y "si el Espíritu de Dios entro en el vientre
virgen de la hija de David, para salir luego en un cuerpo
formado como hombre de la tierra, entonces éste ser viviente
si es el Hijo amado de Dios, prometido a los antiguos como el
salvador del mundo entero", para gloria y para honra infinita
de nuestro Padre Celestial, para siempre.
Entonces "el Mesías si es el Hijo de Dios" por voluntad
perfecta del Espíritu de la Ley de Dios y de Moisés, por
ejemplo, para hoy en día y para la eternidad. Es por esta
razón, que como otro ser tan santo y tan glorioso, el
Espíritu de la Ley de Dios y de Moisés no habla de otro
igual, que no sea nuestro gran rey Mesías, ¡el salvador de
Israel y de la humanidad entera, también, eternamente y para
siempre!
Pues así "como la Ley de Dios y de Moisés descendió del cielo
sobre el Monte Sinaí para Israel y para la humanidad entera,
para darnos el Espíritu de gracia, misericordia, perdón,
sanidad, bendición, paz, gozo, felicidad y salvación infinita
de nuestras almas, por medio del Mesías", pues así también el
hombre le devuelve su Ley sagrada. Es decir, también que "el
hombre le entrego a Dios su Ley Santa, sumamente honrada y
glorificada en la vida de nuestro Señor Jesucristo, pero con
su misma sangre santa y gloriosa, sobre el madero y sobre lo
alto de la cima de un monte escogido por Dios": la roca
eterna de Dios, en las afueras de Jerusalén, en Israel.
Y "si tú crees en nuestro Espíritu Santo de Dios que trajo al
Árbol de la vida a Israel, para vivir y cumplir la Ley de
Dios, con el fin de matar al pecado y a su autor, Satanás,
entonces tienes el perdón de Dios y la vida en abundancia en
tu nuevo ser", para nuestro Padre Celestial. Es decir,
también, "que eres, hoy en día, sin duda alguna, un hijo de
Dios o una hija de Dios", de la misma manera, que nuestro
salvador Jesucristo es el Hijo de Dios, en el cielo y así
también en la tierra para la eternidad venidera de La Nueva
Jerusalén Santa y Perfecta del cielo, eternamente y para
siempre.
Porque "si el Espíritu Santo trajo al mundo a nuestro Señor
Jesucristo, por la carne y el vientre virgen de la hija de
David, pues así también por tu carne y por tu espíritu humano
y de fe, en el Señor Jesucristo, puede convertirte en un
nuevo ser viviente para Dios": libre de pecados y de la
condena de muerte infinita. Es decir, que "nuestro Espíritu
Santo te transforma en un ser muy santo, gracias al Espíritu
de la sangre y de la vida gloriosa de nuestro Señor
Jesucristo, en un hijo de Dios o en una hija de Dios, desde
hoy mismo y en adelante para la eternidad venidera", de Dios
y de su gran rey Mesías, ¡el Cristo!
Porque "sólo en éste Espíritu, de la gracia y de la
misericordia infinita de Dios, era que nuestro Señor
Jesucristo iba a cumplir la Ley de Dios y de Moisés en su
vida y en la vida de cada hombre, mujer, niño y niña de la
humanidad entera", para empezar ya a vivir el Espíritu de la
nueva vida infinita. Visto que, "la verdad es que el Espíritu
de la vida antigua de la Ley es el mismo Espíritu del Mesías,
o podemos decir también: el Espíritu de la vida del Mesías es
el mismo Espíritu de la Ley de Dios, en el cielo y asimismo
en todos los lugares de la tierra", comenzando en Israel
primero, por ejemplo.
Es decir, también, "de que si nuestro Señor Jesucristo no
hubiese descendido del paraíso en su Espíritu de la Ley, para
nacer y vivir en la tierra escogida por Dios, entonces la Ley
no se hubiese vivido, ni menos cumplido en su perfección
celestial jamás en Israel, ni mucho menos Satanás y su pecado
hubiesen sido derrotados en la cruz". En verdad,
"estuviéramos más muertos que vivos, hoy en día, en todos los
lugares de la tierra, y nuestro destino final no seria el
paraíso, sino el infierno infinito, sin lugar a duda, para
jamás volver a ver, ni menos vivir el Espíritu de la Ley
cumplida en nuestros corazones en Cristo, salvador y Señor
nuestro", hoy y por siempre.
Es decir, también "de que sin Cristo, realmente, no somos
nada delante de Dios, delante de su Espíritu Santo y delante
de sus huestes angelicales, por ejemplo, en el cielo, en la
tierra y así también en la nueva eternidad venidera", de La
Nueva Jerusalén Santa y Perfecta del cielo. Pero "como Dios
tuvo misericordia de nosotros, al ver nuestro estado
espiritual y de perdición eterna, entre las profundas
tinieblas de Satanás y de su pecado eterno, entonces nos dio
de su Espíritu Santo, de su Ley Eterna", y, finalmente, nos
dio también: "la vida misma de su Hijo amado", nuestro gran
rey Mesías, ¡el fruto perfecto de la vida!"
Además, "ésta vida eternal es la de su Árbol de vida, nuestro
Señor Jesucristo", para que con su Espíritu de vida infinita,
entonces "cumplamos su Ley Divina al pie de cada letra, de
cada palabra y de cada significado eterno, eternamente y para
siempre, con tan sólo creer en Él, en nuestros corazones y
confesar su nombre con nuestros labios". Porque de otra
manera, "no era posible el cumplimiento del Espíritu de la
Ley de Dios y de Moisés, ni menos la derrota eterna del
pecado y de Satanás, en Israel, ni el paraíso, ni en la
tierra, ni mucho menos en la nueva vida venidera", del nuevo
reino celestial, de ángeles y de la nueva humanidad infinita,
por ejemplo.
Dado que, "todo hombre y toda mujer nacen en la tierra,
exclusivamente en el espíritu de Adán, el cual se rebelo en
contra de Dios y de su fruto de vida, nuestro Señor
Jesucristo, en el paraíso, por ejemplo, para maldición y
perdición de sus almas, en el más allá", como entre las
llamas eternales del infierno candente e infinitamente
violento. De hecho, "esto era algo que nuestro Dios no podía
aceptar en la vida de su Hijo amado, para vencer al pecado y
a cada una de las artimañas de Satanás, en el corazón y en la
vida de cada hombre, mujer, niño y niña de la humanidad
entera", comenzando con Adán y Eva, por ejemplo, en el
paraíso.
Entonces "nuestro salvador Jesucristo tenia que nacer en el
Espíritu de la verdad, el derecho y la justicia infinita, del
Espíritu de la Ley de Dios, en el vientre virgen de una de
las hijas de David, para entonces poder cumplir la promesa
hecha a los antiguos de entregarles": un Mesías Redentor,
especialmente para ellos primero y para las naciones. Porque
"si el salvador de Israel y del mundo entero nacía en el
espíritu de Adán, entonces el cumplimiento de la Ley de Dios
y de Moisés era totalmente imposible", en esta vida y en la
venidera, también, eternamente y para siempre: "Lo cual
significa separación total del hombre de Dios y de su nueva
vida infinita, en el cielo".
Y "nuestro Dios no está buscando separarse del hombre más,
sino acercarse cada vez más y hasta por fin unirse para ser
una sola vida eterna", en la tierra y así también en la nueva
vida celestial del nuevo reino de los cielos, como la nueva
vida perfecta de la Nueva Jerusalén del Mesías y de la nueva
humanidad celestial. Fue por eso, que Jesucristo vino a
nosotros en los poderes sobrenaturales del Espíritu de la
Ley, en el día que nació en Israel" y así también, hoy mismo,
en cualquier lugar de la tierra: "Él se acerca a ti, por los
poderes prodigiosos del mismo Espíritu Santo, el cual lo
trajo al mundo inicialmente para transformar tu vida
milagrosamente".
Porque "eso es lo que nuestro Dios hace en la vida de cada
hombre, mujer, niño y niña de la humanidad entera,
transformarla sólo por medio de los poderes milagrosos de su
Espíritu Santo y de la vida gloriosa y sumamente honrada de
nuestro Señor Jesucristo", ¡el único Árbol de la vida eterna
y Mesías Redentor de todos los tiempos! Y "como nuestro
salvador, no hay otro igual jamás, en el reino de los cielos,
en el paraíso, en la tierra, ni en la nueva vida infinita de
La Nueva Jerusalén Celestial de la nueva vida eterna, de cada
ángel del cielo y así también de cada hombre, mujer, niño y
niña de las naciones del mundo entero".
Es por esta razón, que también "nuestro Padre Celestial le ha
entregado aún mayores poderes y autoridades muy especiales al
Señor Jesucristo y a su nombre muy santo, por cierto, en
nuestros corazones, para darle parte para con los grandes en
su gran día venidero" en la tierra, en el paraíso y en La
Nueva Jerusalén del cielo. Y sólo entonces "repartir los
botines de lo ganado, en todas las batallas en contra de
Satanás y de sus ejércitos de mentiras y de maldades
terribles del infierno, para que su vida y su nombre sea aún
mucho más glorioso y honroso que antes, en los corazones de
sus ángeles, hombres, mujeres, niños y niñas de la humanidad
entera".
Porque "fue Jesucristo quien derramo el Espíritu de su sangre
y de su vida muy santa sobre los árboles cruzados de Adán y
Eva, y fue contado entre los pecadores sin haber maldad en
Él, para llevar los pecados de muchos de ellos y así
finalmente antes de su muerte intercedió ante el Padre
Celestial, por sus vidas eternas". Para que entonces "Dios
mismo les perdone cada uno de sus pecados, ya que había
destruido los poderes de las tinieblas de la vida de pecado
de Satanás, de sus ángeles caídos y del ángel de la muerte,
en la cruz, por ejemplo, para entonces entregarles su
salvación infinita, sin escatimar jamás ninguna bendición del
cielo a ninguno de ellos".
NUESTRO MESÍAS NOS ENTREGA PODERES MILAGROSOS, PARA DERROTAR
A SATANÁS
Y "porque nuestro Señor Jesucristo ha alcanzado tanta gloria
y tanta honra para nuestro Padre Celestial que está en los
cielos, entonces nuestro Dios le ha entregado poderes y
autoridades sobrenaturales concerniente a cada uno de
nosotros", de todas las razas, familias, pueblos, linajes,
tribus y reinos de la tierra, "para vencer al pecado y al
enemigo de nuestras vidas". Por ello, el Señor Jesucristo les
decía a sus apóstoles y discípulos en todo Israel: "He aquí,
les doy autoridad de pisar víboras venenosas, alacranes,
demonios, y sobre todo el poder del enemigo de Dios y de sus
almas infinitas; y nada de él les hará daño jamás, en esta
vida, ni en la venidera, tampoco, eternamente y para
siempre".
Es decir, que cada hombre, mujer, niño y niña de la humanidad
entera, posee en si, si tan sólo cree en su corazón y así
confiesa con sus labios el nombre sagrado de nuestro Señor
Jesucristo: "Poderes y autoridades sobrenaturales para
pisotear a demonios, víboras, escorpiones y nada del maligno
les hará daño alguno en sus vidas, para siempre". Por lo
tanto, hoy en día, "tú tienes los mismos poderes y
autoridades sobrenaturales que cualquier hombre o mujer de fe
y buena voluntad que ame a su Dios y Creador de su vida con
todo su corazón, en el nombre sagrado de nuestro Señor
Jesucristo; es más, tienes aun más poderes sobrenaturales que
los ángeles del cielo, en Cristo".
Y "ésta es una verdad que Satanás conoce muy bien en su
corazón inicuo, pero él quiere que tú (ni ninguno de los
tuyos) jamás la conozcas, para que estos poderes no actúen en
contra de él y de sus seguidores, en ningún lugar de la
tierra", para no ser humillado más, como Cristo lo humilla
públicamente en la cruz. Porque "cada vez que el corazón del
hombre o el corazón de la mujer se arrepiente de su pecado y
de sus maldades, e invocan el nombre milagroso del Señor
Jesucristo, entonces maravillas y prodigios comienzan a obrar
a favor de cada uno de ellos y hasta de sus familias y amigos
en sus tierras y hasta en tierras lejanas, también".
Y "de estos poderes sobrenaturales son muchos, los mismos que
actúan a favor de los ángeles, arcángeles, serafines,
querubines y demás seres muy especiales y santos del cielo,
para ser protegidos por los poderes de gran mentira y de gran
maldad de Satanás y de sus ángeles caídos, por ejemplo", para
no ser contaminados jamás con las tinieblas del pecado.
Porque "así como Satanás ataco con el espíritu de sangre fría
a los ángeles fieles a Dios y a su Árbol de vida, el Mesías,
y de igual forma ataco a Adán y a Eva en el paraíso: pues así
también, desea seguir atacando a los demás ángeles y la
humanidad entera en la tierra, para contaminarlos con sus
mentiras".
Fue por esta razón, que "el comer del fruto de la vida del
paraíso era tan importante para Adán y Eva así como siempre
lo fue para los ángeles del cielo", como de los que no
creyeron a las mentiras de Satanás, cuando Satanás afirmaba
que podía exaltar su nombre inicuo más alto que el nombre del
Mesías, por ejemplo. En verdad, "sólo una tercera parte de
los ángeles del cielo creyeron a las mentiras de Satanás y,
por lo tanto, pecaron y, a la vez, fueron destituidos de la
gloria de vivir con Dios y con los ángeles fieles a su nombre
muy santo, en el reino de los cielos".
Y "estos son los demonios que siguen creyendo en sus
corazones en las mentiras y en el nombre inicuo de Satanás,
para posteriormente ser juzgados por Dios y destruidos sus
espíritus corruptos en el lago de fuego, su muerte final en
el más allá". De hecho, esto es algo que ellos saben muy bien
en sus corazones, es decir, "que ya están condenados por Dios
por haberse levantado en contra de Él y de su Árbol de vida
eterna", ¡nuestro Señor Jesucristo!, en el cielo y en la
tierra, también.
Además, "estos ángeles que creyeron a la mentira de Satanás,
por ejemplo, de que podía exaltar su nombre inicuo mucho más
alto que el nombre del gran rey Mesías, el Árbol de la vida
eterna, entonces se contaminaron sus corazones y sus
espíritus eternos con las profundas tinieblas de maldad para
perderse para siempre", en el fuego eterno del infierno.
Porque "la verdad es que para vivir una vida sumamente santa
e infinitamente gloriosa en el cielo, entonces se necesita
comer siempre del fruto del Árbol de la vida, el Mesías; de
otra manera, no es posible vivir delante de Dios con tanta
santidad y con tanta pureza celestial en la infinitud de los
ángeles y del Espíritu Santo, por ejemplo".
Pues "así también es la verdad en el paraíso y en todos los
lugares de la tierra, el hombre, la mujer, el niño y la niña,
al igual que Adán y Eva, no pueden vivir sin haber comido del
fruto de la vida, para poseer los poderes sobrenaturales de
santidades y de perfecciones eternas y vivir felices
infinitamente sus vidas celestiales". Es decir, "vivir sus
vidas celestiales e infinitas en el paraíso y en La Nueva
Jerusalén del cielo, para agradar al corazón y al nombre muy
santo de nuestro Padre Celestial y de su Espíritu Santo, sin
jamás ofenderlos en nada, ni en ninguno de sus preceptos muy
santos, por cierto, de su Ley muy Divina y Eterna".
Es decir, también, "que la santidad y la gloria de nuestro
salvador Jesucristo son de suma importancia en nuestras
vidas, en nuestros hogares, en nuestras tierras así como
siempre lo ha sido de tanta importancia en los corazones de
los ángeles, de sus viviendas y de sus tierras celestiales
del cielo, para vivir protegidos por siempre del mal de
Satanás". Y "fue por esta razón, de que nuestro Padre
Celestial ha requerido de todo hombre, mujer, niño y niña de
la humanidad entera, comenzando con Adán y Eva en el paraíso,
así como requirió de los ángeles de su reino celestial, por
ejemplo, de comer y de beber de su fruto de vida eterna", su
Hijo, ¡su único rey Mesías!
Para que "de esta manera única y verdadera, entonces vencer
día y noche al enemigo de su verdad, de su justicia y de su
derecho de vivir infinitamente en el paraíso, en la tierra y
en cualquier lugar de La Nueva Jerusalén Santa e Infinita del
cielo, en paz, alegres y gozosos con su Creador, para siempre
en la eternidad". Entonces "estos poderes y autoridades que
Dios mismo les entrego al hombre, por decreto celestial y
voluntad perfecta de su corazón y de su alma santísima por
amor a su palabra, ha sido desde mucho antes del día que nos
comenzó a formar en sus manos santas del polvo de la tierra,
para que conozcamos su amor infinito, únicamente en Cristo".
Puesto que, "sólo por medio de su Hijo amado, nuestro Señor
Jesucristo, es que realmente se puede amar a nuestro Padre
Celestial que está en los cielos; ya que, no hay otra manera
u otro Espíritu de vida eterna, para comenzar a amarle a él y
a su Ley Divina, por ejemplo", en nuestros corazones y en
nuestras almas infinitas. Es por esta razón, también, mi
estimado hermano y mi estimada hermana, "que el nombre del
gran rey Mesías de todos los tiempos, Jesucristo, viene a ti
día y noche y sin cesar jamás para tocar tu corazón y
convertirte en un ángel del cielo, ni más ni menos, para el
servicio santo de tu corazón a su nombre santísimo".
Entonces "tú tienes poderes y autoridades sobrenaturales en
contra de Satanás y de sus ejércitos de maldad, en las
alturas, en la tierra y en la eternidad: porque Dios mismo te
las ha entregado a ti y a cada uno de los tuyos, también,
para que puedas vivir en victoria infinitamente, en la tierra
y así también en el paraíso". Y "estos son poderíos
sobrenaturales con grandes poderes y autoridades de la vida
santa del paraíso y del reino de los cielos, declaradas de
parte de Dios, en el nombre de Jesucristo, para pisotear a
víboras, escorpiones, demonios y todos los poderes de
Satanás", y nada de él podrá jamás tocar tu vida para
robarte, para matarte o para destruirte.
Y "Satanás no desea que llegue esta gran verdad, justicia y
derecho celestial de Dios y de su fruto de vida eterna a tu
corazón", porque quiere seguir robándote y destruyéndote a
como de lugar, "para que tú jamás conozcas en tu espíritu
humano: al Espíritu de su amor y de su gracia infinita, hacia
ti y hacia los tuyos". Verdaderamente, "lo que el espíritu
inicuo de Satanás desea es sólo ruina total en tu vida, no
tanto para que ya no vivas más, sino para que no conozcas a
tu Dios y Creador de tu vida, en el paraíso, ni en la tierra,
ni mucho menos en La Nueva Jerusalén del cielo, por ejemplo".
Y, es por eso, que "Satanás lucha en contra de tu vida con
todas sus armas de guerra más terribles, para arruinarte a
como de lugar y hasta que ya no haya posibilidad alguna de
que tu corazón y tu alma infinita puedan conocer a Dios y a
su Hijo amado", en esta vida, ni en la venidera, tampoco. Y
"si tú no crees así, que Satanás sólo desea tu mal, entonces
mira hacia atrás y ve la vida de otros y como terminaron sus
días de vida en la tierra, sin el Espíritu de fe y sin el
perdón eterno del Señor Jesucristo.
Además, "si lees el pasado, entonces te darás cuenta que
ellos vivieron una vida corta y de pronto sucumbieron al
polvo de la muerte, porque Satanás estaba obrando en sus
vidas, para robarles, matarles y destruirles, hasta que no
quedo nada de ellos sobre la tierra, salvo un objeto con sus
nombres y el día de sus nacimientos y fallecimientos". "Eso
es lo que Satanás hace en la vida de cada hombre, mujer, niño
y niña de la humanidad entera, que no conoce en su corazón,
ni a invocado con sus labios: el nombre sagrado de sus
poderíos y autoridades celestiales, para destruir cada una de
las obras malignas de Satanás", las cuales ha puesto en sus
vidas, para devastarlas.
De hecho, "estas son palabras y obras de gran maldición
eterna de Satanás, para que obren para mal de cada uno de
ellos y de los suyos, también", día y noche y hasta que no
quede nada de ellos sobre la tierra, sino sólo un objeto en
donde se lea su nombre, día de nacimiento y día de su
defunción. En verdad, "Satanás está obrando en tu vida para
destruirte a como de lugar, como a los demás que viven en el
polvo de la tierra, hoy en día".
Pero "nuestro Padre Celestial por medio de su Espíritu Santo
y de su Hijo amado, nuestro Señor Jesucristo, sigue haciendo
maravillas, milagros y hasta prodigios en los cielos y en la
tierra, para que vivas la vida eterna", con cada una de sus
ricas bendiciones de la nueva vida de La Nueva Jerusalén
Santa y Perfecta del cielo. Y esto es el amor que Cristo
trajo al mundo del paraíso para ti y para los tuyos, para que
la humanidad viva y no muera jamás, por culpa del pecado de
nadie, por ejemplo.
CADA DÍA ES EL JUICIO DE ESTE MUNDO Y SATANÁS ES ECHADO FUERA
DE TU VIDA
"Hoy es el juicio de este mundo, a modo definitivo", les
afirmaba el Señor Jesucristo a sus apóstoles y discípulos en
todo Israel, cada vez que predicaba su palabra de
reconciliación con Dios y, además, también, de salud, de
bendición y de salvación infinita para sus corazones y para
sus almas infinitas a las multitudes, hebreas o gentiles, por
ejemplo. "Pues ahora será echado fuera el príncipe de las
tinieblas de este mundo, para que la mentira deje de existir
en los corazones y en las lenguas de la gente de maldad y de
las profundas tinieblas del pecado de Satanás y de sus
ángeles caídos, en contra de Dios y de su fruto de vida
eternal", ¡el Mesías Celestial!
En vista de que, "para Satanás ya no hay vida alguna posible
para él, en este mundo, ni en el venidero de Dios y de su
Árbol de vida eterna, rodeado por siempre de su Espíritu
Santo, de sus huestes angelicales y de su nueva humanidad
infinita de todas las naciones de la tierra. Y "todos vivirán
felices por siempre en la nueva era venidera del nuevo reino
de los ángeles celestiales, porque Satanás y su pecado
amenazador ya no existirán jamás, para hacerle daño a nadie,
ni menos a Dios y a su Hijo amado", ¡el gran rey Mesías de
todos los tiempos de Israel y de las naciones de la tierra!
"Todo será gloria tras gloria, felicidad tras felicidad,
prosperidad tras prosperidad y paz infinita tras paz
infinita, jamás alcanzadas por los ángeles de los cielos
hasta aquellos días venideros de nuevas glorias eternas de
Dios, de su Hijo amado y de su humanidad celestial, llenos
por siempre del Espíritu Santo de Dios", para la nueva
eternidad celestial del nuevo reino infinito. En verdad, "la
nueva vida de Dios habrá comenzado en el corazón de Dios
primero y luego en los corazones de todos sus muy amados, en
el Señor Jesucristo, como ángeles del cielo y hombres,
mujeres, niños y niñas de la humanidad entera", comenzando
con Israel, por ejemplo, para ser infinitamente felices y más
nunca conocer el mal nuevamente.
Porque en aquellos días, "cada pecado de mentiras, de
calumnias, de ídolos, de maldiciones, de condenas, de
abominaciones, de inmoralidades, de obsesiones, de
adulterios, de indecencias y en fin todos los males de las
tinieblas del más allá, habrán sido justamente juzgadas por
Dios", sólo en el poder sobrenatural de la misma vida
gloriosa de su Hijo, ¡el Mesías Infinito! Porque "nuestro
Señor Jesucristo no sólo perdona pecados, salva y sana la
vida del hombre, sino que también es la muerte del pecado, de
Satanás y de cada uno de sus ángeles caídos y hasta
finalmente la muerte del mismo ángel de la muerte, de la
tierra y del bajo mundo de las almas perdidas, como el
infierno abrasador".
Y todo esto, "nuestro Señor Jesucristo lo hace con sus
poderes sobrenaturales de su Espíritu de vida y de su sangre,
la cual dejo correr sobre los árboles cruzados de Adán y Eva,
sobre la cima de la roca eterna, en las afueras de Jerusalén,
para ponerle fin a la vida de pecado", en todos los seres
creados por Dios. Ciertamente, "cada día y cada noche es el
juicio de Dios para este mundo, por su culpa, por su rebelión
y por sus pecados, llevados acabo en el corazón y en la vida
de cada hombre y mujer rebelde al fruto del Árbol de la
vida", nuestro salvador Jesucristo, comenzando con el
espíritu desobediente de Adán y Eva, por ejemplo.
Porque "realmente no hay mayor pecado para nuestro Dios que
no sea el desprecio y la humillación hecha en contra de su
Hijo y de su obra justa y sublime, no sólo en las afueras de
Jerusalén, sino también, hoy mismo, en los corazones de los
hombres, mujeres, niños y niñas de la humanidad entera y en
sus hogares, por ejemplo". Ya que, "es necesario que no sólo
Dios entre en los corazones y en las vidas de los ángeles del
cielo y así también de la humanidad entera, porque Dios tiene
que vivir en los hogares de cada uno de ellos, por medio de
su Hijo, ¡nuestro Señor Jesucristo!, para perdón de pecados y
para alcanzar bendiciones infinitas del cielo.
Dado que, "si Dios entra en los corazones y en los hogares de
todas las familias de las naciones de la tierra, entonces ya
no habrá más lugar para las profundas tinieblas de los
pecados terribles de Satanás y de sus ángeles caídos, para
seguir robando, matando y destruyendo toda vida", sino que
todo seria totalmente diferente en la tierra. Es decir, "que
toda la tierra seria llena de vida y luz, como en el mismo
reino celestial, como Dios mismo lo soñó desde siempre, para
que sea así con todas las razas, las familias, los pueblos,
las naciones y los reinos del hombre en todos los lugares de
la tierra: Un paraíso terrenal, único como el mismo paraíso
antiguo, ciertamente".
Es decir, también, "que el fin del príncipe de este mundo es
ya, en tu corazón y en el corazón de los hombres, mujeres,
niños y niñas de la humanidad entera, porque nuestro Dios lo
destruyo junto con sus poderes diabólicos de sus pecados,
llenos de mentiras, engaños y decepciones terribles del
infierno", en el nombre de nuestro salvador Jesucristo.
Entonces, hoy en día, "somos más que vencedores sobre los
poderes del mal de Satanás y de sus ángeles caídos, para que
ya no nos hagan ningún mal, en nuestros corazones y en
nuestras vidas por la tierra y hasta que por fin entremos de
lleno a nuestras nuevas tierras y con nuevos cielos", de La
Nueva Jerusalén Celeste e Infinita.
Es por esta razón, también, "que nuestro Padre Celestial
siempre le ha dicho al hombre de toda la tierra, desde el
primer día y sin cesar, que no tema a Satanás en ninguna de
sus artimañas, si en sus corazones vive el Espíritu de la
vida y de la sangre gloriosa e infinitamente sagrada de su
Hijo", ¡nuestro Señor Jesucristo! Porque "si el Espíritu de
la vida y de la sangre santísima de nuestro Señor Jesucristo
vive en sus corazones, entonces Satanás ya está derrotado y
muerto en sus vidas, mucho antes que comience a lanzar sus
primeros intentos de ataques a sus almas, por ejemplo, en
cualquier lugar del paraíso o de la tierra, de nuestros días
y de siempre.
El amor (Espíritu Santo) de nuestro Padre Celestial y de su
Jesucristo es contigo.
¡Cultura y paz para todos, hoy y siempre!
Dígale al Señor, nuestro Padre Celestial, de todo corazón, en
el nombre del Señor Jesucristo: Nuestras almas te aman,
Señor. Nuestras almas te adoran, Padre nuestro. Nuestras
almas te rinden gloria y honra a tu nombre y obra santa y
sobrenatural, en la tierra y en el cielo, también, para
siempre, Padre Celestial, en el nombre de tu Hijo amado, el
Señor Jesucristo.
LOS ÍDOLOS SON UNA OFENSA / AFRENTA A LA LEY PERFECTA DE DIOS
Es por eso que los ídolos han sido desde siempre: un tropiezo
a la verdad de Dios y al poder de Dios en tu vida. Un
tropiezo eterno, para que la omnipotencia de Dios no obre en
tu vida, de acuerdo a la voluntad perfecta del Padre
Celestial y de su Espíritu Eterno. Pero todo esto tiene un
fin en tu vida, en ésta misma hora crucial de tu vida. Has de
pensar quizá que el fin de todos los males de los ídolos
termine, cuando llegues al fin de tus días. Pero esto no es
verdad. Los ídolos con sus espíritus inmundos te seguirán
atormentando día y noche entre las llamas ardientes del fuego
del infierno, por haber desobedecido a la Ley viviente de
Dios. En verdad, el fin de todos estos males está aquí
contigo, en el día de hoy. Y éste es el Señor Jesucristo.
Cree en Él, en espíritu y en verdad. Usando siempre tu fe en
Él, escaparas los males, enfermedades y los tormentos eternos
de la presencia terrible de los ídolos y de sus huestes de
espíritus infernales en tu vida y en la vida de cada uno de
los tuyos también, en la eternidad del reino de Dios. Porque
en el reino de Dios su Ley santa es de día en día honrada y
exaltada en gran manera, por todas las huestes de sus santos
ángeles. Y tú con los tuyos, mi estimado hermano, mi estimada
hermana, has sido creado para honrar y exaltar cada letra,
cada palabra, cada oración, cada tilde, cada categoría de
bendición terrenal y celestial, cada honor, cada dignidad,
cada señorío, cada majestad, cada poder, cada decoro, y cada
vida humana y celestial con todas de sus muchas y ricas
bendiciones de la tierra, del día de hoy y de la tierra santa
del más allá, también, en el reino de Dios y de su Hijo
amado, ¡el Señor Jesucristo!, ¡El Todopoderoso de Israel y de
las naciones!
SÓLO ESTA LEY (SIN ROMPERLA) ES LA LEY VIVIENTE DE DIOS
Esta es la única ley santa de Dios y del Señor Jesucristo en
tu corazón, para bendecirte, para darte vida y vida en
abundancia, en la tierra y en el cielo para siempre. Y te ha
venido diciendo así, desde los días de la antigüedad, desde
los lugares muy altos y santos del reino de los cielos:
PRIMER MANDAMIENTO: "No tendrás otros dioses delante de mí".
SEGUNO MANDAMIENTO: "No te harás imagen, ni ninguna semejanza
de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni
en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás ante ellas
ni les rendirás culto, porque yo soy Jehová tu Dios, un Dios
celoso que castigo la maldad de los padres sobre los hijos,
sobre la tercera y sobre la cuarta generación de los que me
aborrecen. Pero muestro misericordia por mil generaciones a
los que me aman y guardan mis mandamientos".
TERCER MANDAMIENTO: "No tomarás en vano el nombre de Jehová
tu Dios, porque Él no dará por inocente al que tome su nombre
en vano".
CUARTO MANDAMIENTO: "Acuérdate del día del sábado para
santificarlo. Seis días trabajarás y harás toda tu obra, pero
el séptimo día será sábado para Jehová tu Dios. No harás en
ese día obra alguna, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu
siervo, ni tu sierva, ni tu animal, ni el forastero que está
dentro de tus puertas. Porque en seis días Jehová hizo los
cielos, la tierra y el mar, y todo lo que hay en ellos, y
reposó en el séptimo día. Por eso Jehová bendijo el día del
sábado y lo santificó".
QUINTO MANDAMIENTO: "Honra a tu padre y a tu madre, para que
tus días se prolonguen sobre la tierra que Jehová tu Dios te
da".
SEXTO MANDAMIENTO: "No cometerás homicidio".
SEPTIMO MANDAMIENTO: "No cometerás adulterio".
OCTAVO MANDAMIENTO: "No robarás".
NOVENO MANDAMIENTO: "No darás falso testimonio en contra de
tu prójimo".
DECIMO MANDAMIENTO: "No codiciarás la casa de tu prójimo; no
codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su
sierva, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna que sea de tu
prójimo".
Entrégale tu atención al Espíritu de Dios y déshazte de todos
estos males en tu hogar, en tu vida y en la vida de cada uno
de los tuyos, también. Hazlo así y sin mas demora alguna, por
amor a la Ley santa de Dios, en la vida de cada uno de los
tuyos. Porque ciertamente ellos desean ser libres de sus
ídolos y de sus imágenes de talla, aunque tú no lo veas así,
en ésta hora crucial para tu vida y la vida de los tuyos,
también. Y tú tienes el poder, para ayudarlos a ser libres de
todos estos males, de los cuales han llegado a ellos, desde
los días de la antigüedad, para seguir destruyendo sus vidas,
en el día de hoy. Y Dios no desea continuar viendo estos
males en sus vidas, sino que sólo Él desea ver vida y vida en
abundancia, en cada nación y en cada una de sus muchas
familias, por toda la tierra.
Esto es muy importante: Oremos junto, en el nombre del Señor
Jesucristo. Vamos todos a orar juntos, por unos momentos. Y
digamos juntos la siguiente oración de Jesucristo delante de
la presencia santa del Padre Celestial, nuestro Dios y
salvador de todas nuestras almas:
ORACIÓN DEL PERDÓN
Padre nuestro que estás en los cielos: santificada sea la
memoria de tu nombre que mora dentro de Jesucristo, tu hijo
amado. Venga tu reino, sea hecha tu voluntad, como en el
cielo así también en la tierra. El pan nuestro de cada día,
dánoslo hoy. Perdónanos nuestras deudas, como también
nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en
tentación, mas líbranos del mal. Porque tuyo es el reino, el
poder y la gloria por todos los siglos. Amén.
Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, vuestro Padre
Celestial también os perdonará a vosotros. Pero si no
perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonará
vuestras ofensas.
Por lo tanto, el Señor Jesús dijo, "Yo soy el CAMINO, y la
VERDAD, y la VIDA ETERNA; nadie PUEDE VENIR al PADRE SANTO,
sino es POR MÍ". Juan 14:
NADIE MÁS TE PUEDE SALVAR.
¡CONFÍA EN JESÚS HOY!
MAÑANA QUIZAS SEA DEMASIADO TARDE.
YA MAÑANA ES DEMASIADO TARDE PARA MUCHOS, QUE NO LO SEA PARA
TI Y LOS TUYOS, EN EL DÍA DE HOY.
- Reconoce que eres PECADOR en necesidad, de ser SALVO de
éste MUNDO y su MUERTE.
Dispónte a dejar el pecado (arrepiéntete):
Cree que Jesucristo murió por ti, fue sepultado y resucito al
tercer día por el Poder Sagrado del Espíritu Santo y deja que
entré en tu vida y sea tu ÚNICO SALVADOR Y SEÑOR EN TU VIDA.
QUIZÁ TE PREGUNTES HOY: ¿QUE ORAR? O ¿CÓMO ORAR? O ¿QUÉ
DECIRLE AL SEÑOR SANTO EN ORACIÓN? -HAS LO SIGUIENTE, y di:
Dios mío, soy un pecador y necesito tu perdón. Creo que
Jesucristo ha derramado su SANGRE PRECIOSA y ha muerto por mi
pecado. Estoy dispuesto a dejar mi pecado. Invito a Cristo a
venir a mi corazón y a mi vida, como mi SALVADOR.
¿Aceptaste a Jesús, como tu Salvador? ¿Sí _____? O ¿No
_____?
¿Fecha? ¿Sí ____? O ¿No _____?
Si tu respuesta fue Si, entonces esto es solo el principio de
una nueva maravillosa vida en Cristo. Ahora:
Lee la Biblia cada día para conocer mejor a Cristo. Habla con
Dios, orando todos los días en el nombre de JESÚS. Bautízate
en AGUA y en El ESPÍRITU SANTO DE DIOS, adora, reúnete y
sirve con otros cristianos en un Templo donde Cristo es
predicado y la Biblia es la suprema autoridad. Habla de
Cristo a los demás.
Recibe ayuda para crecer como un nuevo cristiano. Lee libros
cristianos que los hermanos Pentecostés o pastores del
evangelio de Jesús te recomienden leer y te ayuden a entender
más de Jesús y de su palabra sagrada, la Biblia. Libros
cristianos están disponibles en gran cantidad en diferentes
temas, en tu librería cristiana inmediata a tu barrio,
entonces visita a las librerías cristianas con frecuencia,
para ver que clase de libros están a tu disposición, para que
te ayuden a estudiar y entender las verdades de Dios.
Te doy las gracias por leer mí libro que he escrito para ti,
para que te goces en la verdad del Padre Celestial y de su
Hijo amado y así comiences a crecer en Él, desde el día de
hoy y para siempre.
El salmo 122, en la Santa Biblia, nos llama a pedir por la
paz de Jerusalén día a día y sin cesar, en nuestras
oraciones. Porque ésta es la tierra, desde donde Dios lanzo
hacia todos los continentes de la tierra: todas nuestras
bendiciones y salvación eterna de nuestras almas vivientes. Y
nos dice Dios mismo, en su Espíritu Eterno: "Vivan tranquilos
los que te aman. Haya paz dentro de tus murallas y
tranquilidad en tus palacios, Jerusalén". Por causa de mis
hermanos y de mis amigos, diré yo: "Haya paz en ti, siempre
Jerusalén". Por causa de la casa de Jehová nuestro Dios, en
el cielo y en la tierra: imploraré por tu bien, por siempre.
El libro de los salmos 150, en la Santa Biblia, declara el
Espíritu de Dios a toda la humanidad, diciéndole y
asegurándole: - Qué todo lo que respira, alabe el nombre de
Jehová de los Ejércitos, ¡el Todopoderoso! Y esto es, de toda
letra, de toda palabra, de todo instrumento y de todo
corazón, con su voz tiene que rendirle el hombre: gloria y
loor al nombre santo de Dios, en la tierra y en las alturas,
como antes y como siempre, por la eternidad.
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Jesucristo, Guayaquil, Ecuador - Iberoamérica
(Este Libro fue Escrito por Iván Valarezo)
SATANÁS ES DERROTADO:
En el principio de las cosas "nuestro Padre Celestial quería
derrotar a Satanás a como de lugar, poro con su verdad, con
su justicia y con su derecho de honra, santidad, gloria y
perfección", sólo posibles no por medio de los ángeles del
cielo, sino mucho más que ellos. Y esto era "sólo posible por
medio de su Hijo amado", su Árbol de vida eterna, el gran rey
Mesías de la eternidad del paraíso y de todos los tiempos,
también.
Además, nuestro "Padre Celestial no creo a su arcángel más
glorioso y poderoso de todos los tiempos, en el reino de los
cielos, para luego derrotarlo y hasta matarlo", sino para que
le sea fiel a él: "cuidando su Trono de gloria y de
misericordia infinita en todos los días de su vida y hasta la
nueva eternidad venidera". Pero al verse Satanás, como "el
arcángel más sabio que todos los ángeles del cielo, entonces
pensó que podía ser tal vez más sabio que el Árbol de la
vida", el Santo de Dios, nuestro salvador Jesucristo; y peca
terriblemente en su espíritu celestial, al pensar así, para
comienzo del pecado y mal de muchos.
Ahora, si esto era verdad, de que "fuese más sabio que el
Santo de Dios, entonces podía ser también mucho más poderoso
que Él"; algo "inaudito en el cielo con los ángeles", pero
"quizás posible a pesar de todo"; y, además, no lo iba a
saber nunca, es decir, si no "primero lo intentaba". En el
momento de la oportunidad, "si se encontraba ser más sabio y
poderoso que el Santo de Dios, entonces, sin duda alguna,
podía ser tan sabio y hasta tan poderoso como su Creador",
nuestro Padre Celestial que está en los cielos.
Y es aquí que "Satanás peca en contra de su mismo corazón y
de su misma gloria y dignidad como arcángel sabio y sumamente
poderoso en el reino de los cielos", cuidando siempre del
Trono de la gloria y de la misericordia infinita de nuestro
Dios. Aquí es "cuando el pecado comenzó a florecer con sus
tinieblas más terribles, para invadir los corazones de los
ángeles infieles y al resto de la creación, por ejemplo, como
la tierra de nuestros días, el infierno y hasta el mismo lago
de fuego eterno, en el más allá.
En realidad, el pecado "comenzó a contaminar el reino de los
cielos y, a la vez, ha regarse como flor silvestre en todos
lados y hasta que nuestro Dios se dio cuenta de lo que estaba
sucediendo en su entorno y con sus arcángeles más poderosos,
también". Y "cuando nuestro Padre Celestial se dio cuenta de
la mentira y de la maldad de Satanás", como arcángel de
gloria y de honra para proteger y cuidar por siempre el Trono
santo de su Dios y Creador de su misma vida, entonces "se
opuso a él, como Dios Santo y único soberano de la vasta
creación celestial".
Ya que, el designio del corazón de Satanás "no sólo era
tomarse el Trono de Dios con sus mentiras más crueles y a la
fuerza, en los corazones de una tercera parte de los ángeles
del cielo, sino que también quería ser como Dios y como el
Árbol de la vida", el Santo de Dios, ¡nuestro Señor
Jesucristo! Y esto "era un imposible para Satanás alcanzar y,
a la vez, para nuestro Dios y para sus ángeles fieles a él y
a su nombre muy santo del cielo vivirlo", en sus corazones y
en sus espíritus sagrados y celestiales, por ejemplo.
"El rechazo total de Dios y de sus ángeles benditos a la
maldad de Satanás en contra del Trono Celestial y de su Árbol
de vida eterna, nuestro Señor Jesucristo, entonces hizo que
Satanás y sus seguidores diabólicos ya no pudiesen seguir
viviendo", ni un momento más, en el reino de los cielos y
delante del Trono de Dios. Es decir, también, que "el mismo
nombre muy santo de nuestro Padre Celestial", el cual habita
en perfecta santidad en el corazón de su Hijo amado, el Árbol
de la vida eterna del cielo, del paraíso y de la tierra, "lo
lanzo fuera del cielo y con sus seguidores viles también",
para que no pequen más delante de Dios.
Y así "el espíritu inicuo de Satanás no gane más terreno para
que permanezca en el reino de los cielos" delante de Dios,
delante de su Hijo, delante de su Espíritu y delante de sus
ángeles, aún muy fieles a su nombre santísimo, por supuesto,
a pesar de lo que Satanás había hecho en su rebelión en
contra de Dios. En verdad, fue el Espíritu de amor "del fruto
de la vida del Señor Jesucristo", del Espíritu Santo y de
cada uno de los ángeles, arcángeles, serafines, querubines y
demás seres santos, "el que lanzo fuera a Satanás y a sus
ángeles caídos", para que ya no pequen más delante de Dios y
en todos sus lugares santos del cielo.
Pues así "Satanás sufrió su primer derrota el día que se
rebelo en contra de Dios y de su Trono santo", para exaltar
su nombre inicuo aún mucho más alto que el nombre del Árbol
de la vida, nuestro Señor Jesucristo, en los corazones de los
ángeles, "para autoproclamarse como dios soberano de todo ser
viviente en el cielo". Y como "no pudo autoproclamarse un
dios", para ser aún mayor que nuestro Padre Celestial y que
nuestro Señor Jesucristo, entonces se rebelo aún mucho más
que antes: "con juramentos de destruir a Dios y a toda su
verdad, justicia y aún el derecho de existir, no sólo de Dios
sino también de los que invocan su nombre santísimo, por
ejemplo".
Entonces "Satanás descendió derrotado del cielo con gran ira
y rebelión en su corazón", por no haber logrado lo que su
corazón inicuo e infinitamente perdido demandada de él: "de
ser mayor que Dios y de su Hijo amado, nuestro Señor
Jesucristo, en los corazones de los ángeles del reino de los
cielos". Es por eso, que "Satanás lleva una lucha incansable
para deshonrar y destruir todo lo que es de Dios, de su Hijo
amado (nuestro Señor Jesucristo), de su Espíritu Santo y de
sus seres muy amados", como ángeles aún más fieles a él que
nunca y así también, como hombres, mujeres, niños y niñas
(igualmente fieles a su nombre santísimo).
Desde entonces muchos se han preguntado: ¿Por qué Dios creo a
Satanás?
La repuesta a esta pregunta es simple: Nuestro Dios no creo a
Satanás. Nuestro Dios creo a un arcángel sabio y perfecto
para que sea guardián de su Trono santo. Pero como vio su
gloria de sabiduría y de perfección ser mayor que la de los
ángeles aun más poderosos del reino de los cielos, por
ejemplo, entonces se envaneció su corazón hasta el punto de
ambicionar ser mayor que Dios y del Señor Jesucristo en el
cielo y en el resto de la vasta creación celestial y
terrenal.
Y "en éste espíritu rebelde y de profundas tinieblas jamás
conocidas por nadie, sino sólo por Lucifer, fue entonces que
comenzó a ser un ser diablo, Lucifer. Y este ser diablo es el
enemigo de Dios, de todo lo bueno, de todo lo verdadero, de
toda justicia y de todo derecho a la vida de ángeles, del
hombre de la tierra, y hasta del derecho del Señor Jesucristo
de ser el único Mesías y Árbol de la vida del paraíso y de la
tierra, también, para siempre.
Es por eso, que se lo conoce "como Satanás", el enemigo de
toda vida del cielo y de la tierra. Y Satanás es enemigo de
toda vida del cielo y de la tierra, porque "la vida sólo sale
por toda la creación del Árbol de la vida eterna, nuestro
Señor Jesucristo", ¡el único Hijo amado de Dios, desde la
antigüedad y hasta nuestros días! Esa es "la única razón
mayor en el corazón de Satanás para odiar", como odia a Dios
y al Mesías, en la vida de ángeles del cielo y, pues, así
también a hombres, mujeres, niños y niñas de la humanidad
entera, por ejemplo.
Ciertamente, nuestro "Dios no creo a Satanás sino que él
mismo se proclamo como Satanás", en el cielo y en la tierra,
para ser "un nuevo dios de todos los seres vivientes que Dios
ha creado en el cielo y en el resto de la creación", para la
eternidad. Y así hacer "de éste nombre inicuo y de profundas
tinieblas mayor que el nombre de nuestro Dios y del nombre de
nuestro salvador Jesucristo", en el cielo con los ángeles y
en la tierra con todos los hombres, mujeres, niños y niñas de
la humanidad entera.
En verdad, nuestro "Dios jamás iba a permitir ningún mal de
esta naturaleza que sobre tome su nombre santísimo y de toda
la gloria infinita de su vasta creación celestial y terrenal,
con los ángeles del cielo y con la humanidad de la tierra". Y
fue entonces "que nuestro Dios decidió enviar a su Espíritu
Santo, para que se riegue sobre toda la tierra y subyugue a
todas las tinieblas del más allá". Para luego "entonces
enviar a su Hijo amado al mundo", para finalmente no sólo
crear al nuevo hombre de su nueva vida y de su nueva creación
celestial e infinita, sino también "para ponerle fin al
pecado y a la rebelión de Satanás y de su ángel de la
muerte".
Porque Satanás y así también el ángel de la muerte matan a
todo ser viviente en el cielo, en la tierra o en cualquier
lugar de la vasta creación de Dios, no porque Dios lo quiso
así en el principio, sino por maldad y rebelión infinita al
fruto del Árbol de la vida, nuestro Jesucristo, nuestro
Mesías. Es por esta razón, que nuestro Señor Jesucristo le
declaro abiertamente al ángel de la muerte, delante de sus
apóstoles y las gentes de Israel, para decirle: "Muerte, yo
soy tu muerte".
Y desde entonces "Satanás y su ángel de la muerte están
declarados muertos", para siempre. Porque ellos pensaban y
así también todos los ángeles caídos, "de que jamás morirían,
sino que seguirían existiendo infinitamente". Pero lo que
nunca se imaginaron en sus corazones oscuros, ni en sus
peores o mejores pensamientos, fue, realmente, "que Dios si
podía destruir su pecado y sus vidas rebeldes a Dios y a su
Jesucristo, para siempre".
Es decir, "destruir el espíritu de maldad y de rebelión
infinita que se levanta siempre en contra toda verdad, toda
justicia y todo derecho a la vida santa de acuerdo al
Espíritu de la Ley de Dios y de Moisés, por ejemplo, en el
cielo y así también en la tierra y en el resto de la inmensa
creación celestial". Y "sobre el madero, en las afueras de
Jerusalén, en Israel, el Señor Jesucristo no sólo mato al
pecado y sus poderes, sino también a Satanás y a sus ángeles
caídos", especial al ángel de la muerte: "cuando el ángel de
la muerte pensaba que estaba destruyendo por fin al Árbol de
toda vida, realmente se estaba liquidando el mismo".
Y, "aunque esto y muchas cosas han acontecido desde el día
que Lucifer se rebelo en contra de Dios en el cielo, para
exaltar su nombre inicuo aún más que el nombre de nuestro
Señor Jesucristo en la vida de los ángeles, nuestro Dios no
termina con la vida de Satanás" aun, y esto, teniendo el
poder para hacerlo así. Y la razón es que "primero Dios no
creo a Satanás"; Dios creo a un arcángel "que sea sabio,
perfecto y fiel siempre a su Trono y a su Árbol de vida
eterna", ¡el Señor Jesucristo!
Pero "Satanás se convirtió en el enemigo numero uno del
nombre del Señor Jesucristo y del Trono de la gloria y de la
misericordia infinita de nuestro Padre Celestial, por
decisión propia o personal". Y segundo, de una manera u otra:
"nuestro Padre Celestial tiene que sacar a la luz todas las
mentiras, maldades, maldiciones, crímenes, adulterios,
homicidios de las profundas tinieblas del más allá, para
finalmente juzgarlas y destruirlas todas en un sólo día, para
gloria de su nombre santísimo, en Jesucristo.
Es decir, que "Satanás es el que trae todos estos pecados
terribles y de profundas tinieblas, del primero de ellos y
hasta el ultimo, para ser expuestos por Dios y destruidos por
nuestro Señor Jesucristo, en el día final de todas las
cosas", en la tierra y en el más allá. Porque "ningún mal ha
de quedar oculto, aunque hayan sido pronunciadas o creadas en
lo más oculto de los lugares del cielo, de la tierra y hasta
de la mente y del corazón del pecador y de la pecadora de
toda la tierra".
Porque "toda palabra y toda acción de los ángeles caídos y de
los pecadores y pecadoras de toda la tierra, en su día, serán
llevados a su juicio justo y final, para que entonces empiece
una nueva era de vida eterna": libre de todos los males de
Satanás y del más allá, también. Es por eso, que "Satanás aun
no ha muerto o desaparecido por completo del cielo y de la
vida del hombre, porque su día sólo lo conoce nuestro Padre
Celestial y nuestro Señor Jesucristo con su Espíritu Santo,
por supuesto.
De hecho, esto ha de ser así: "en el día de la muerte de
Satanás y de sus demonios en el lago de fuego eterno, en el
juicio final de todos los males" de los ángeles del cielo y
de la humanidad entera, también: "porque el pecado comenzó
con los ángeles y luego llego al hombre de la tierra". Y sólo
entonces "nuestro Padre Celestial habrá destruido a Satanás y
al ángel de la muerte", cuando toda mentira, maldad, calumnia
y pecado haya sido manifestado y juzgado, por los poderes
sobrenaturales del Espíritu de la sangre y de la vida santa
del Mesías.
Y, por ende, para "destruir a Satanás había que humillarlo
finalmente a todas luces del día, en la cruz de nuestro Árbol
de la vida eterna, nuestro Señor Jesucristo, en las afueras
de Jerusalén, en Israel". Entonces "pronto Satanás será atado
a un calabozo por mil años para luego destruirlo por
completo", en el día señalado del SEÑOR, para que todos:
"ángeles y hombres, mujeres, niños y niñas de la humanidad
entera, de todas las edades de la tierra, comiencen a vivir
sus nuevas vidas eternales en el cielo": ¡La Nueva Jerusalén
del Mesías Celestial!
SATANÁS FUE HUMILLADO COMO EXPECTÁCULO PÚBLICO Y NO LO SABIA
También "despojó a los principados y autoridades nuestro
Señor Jesucristo con el poder del Espíritu sobrenatural de su
sangre y de su vida sumamente santísima, y, además, los
exhibió como espectáculo público", para que todos vean la
verdad de ellos eternamente y para siempre: "porque había
triunfado sobre cada uno de ellos en la cruz, a partir de
aquel momento". Verdaderamente "ésta era la victoria sobre
Satanás que nuestro Dios había soñado desde tiempos
inmemoriales", para bien de Adán y de su infinita humanidad
en la tierra y así también para la nueva vida celestial del
nuevo reino angelical, como La Nueva Jerusalén Santa y
Perfecta, Glorificada por la presencia sin igual del Árbol de
la vida, ¡el Mesías!
Ya que, solamente "con ésta victoria de Dios y de su Hijo
amado en contra de Satanás", entonces "nuestro Dios iba a
recuperar no sólo a Adán sino también a todo lo perdido, en
el paraíso, en la tierra y así también en la eternidad
celestial e infinita del nuevo más allá venidero", de ángeles
y de la humanidad eternal. Es por esta razón, que "la
victoria de Dios y del Señor Jesucristo sobre la cima de la
roca eterna, clavado a los árboles secos y sin vida de Adán y
Eva, es de suma importancia para el corazón de cada hombre,
mujer, niño y niña de la humanidad entera", hoy en día y para
siempre, en la eternidad venidera.
Y, además de todo, nuestro "Dios mismo ha hecho y declarado
públicamente que ésta victoria suprema de su Hijo amado,
nuestro Señor Jesucristo, sobre Satanás sea también para cada
uno de todos nosotros, de todas las razas, familias, pueblos,
linajes, tribus y reinos de la tierra". Y, "esto es algo que
lo saben todos, en el cielo y así en el bajo mundo" de los
espíritus perdidos (sin el fruto de la vida en sus seres
eternos): "pues así también Dios está haciendo que ésta gran
verdad sea conocida en los corazones de los hombres, mujeres,
niños y niñas de la humanidad entera, en la tierra".
Es decir, que "ésta gran verdad de derecho y de justicia
eterna del paraíso, no sólo es conocida en el reino de los
cielos, sino que también en el bajo mundo de los muertos,
para gloria y para honra infinita del nombre sagrado de
nuestro Padre Celestial y de su Espíritu Santo que están en
los cielos", por ejemplo. Y es por esta razón, que "Satanás
mismo junto con sus ángeles caídos nos teme a cada uno de
todos nosotros, tal como siempre ha temido a nuestro Padre
Celestial y a su Hijo amado", desde los días de la antigüedad
y hasta siempre.
Porque "cuando Satanás nos ve, con sus ojos llenos de maldad
y de injusticia, entonces nos está viendo en los poderes
sobrenaturales, obtenidos justamente sobre la cruz del
madero, en las afueras de Jerusalén, para ponerle fin no sólo
a nuestros pecados, sino también fin a la vida rebelde y
pecadora del hombre en contra de su Hijo, nuestro
Jesucristo". Es por eso, que "cada uno de nosotros cuando
clama a nuestro Padre Celestial en el nombre sagrado de su
Hijo amado, el Señor Jesucristo, entonces poderes
sobrenaturales despiertan": sólo para derrotar a Satanás y a
cada una de sus artimañas engañosas, lanzadas en contra de
nosotros desde la antigüedad, en todos los lugares de la
tierra, por ejemplo.
Por ello, nuestro "Señor Jesucristo destruyo todos los
poderes sobrenaturales de los principados de las tinieblas y
sus autoridades también, para que no vuelvan a hacer ningún
daño a ninguno de los hijos e hijas de Dios", en el paraíso y
así también en todos los lugares de la tierra, para siempre.
Es por eso, que hoy en día, "es seguro y positivo regresar al
paraíso", porque "las tinieblas de Satanás ya no tienen
ningún poder alguno, como en los días cuando pudo engañar a
Adán y a Eva, por ejemplo", por medio de los labios de la
serpiente antigua del Jardín del Edén.
Esto es algo del pasado: "muerto y enterrado para siempre en
el polvo de la vida: la vida del pecado de todo hombre,
mujer, niño y niña de la humanidad entera, comenzando con
Adán y Eva, por ejemplo" (aunque no lo veas así en tu corazón
y en tu espíritu humano, mi estimado hermano y mi estimada
hermana). Porque "todos estos poderes y autoridades
sobrenaturales de las tinieblas que existían en el cielo, han
sido derrotados y destruidos una a una para que no vuelvan a
hacer ningún daño jamás a Dios, a su Hijo amado, a ángeles
del cielo, ni a hombres de la tierra".
Puesto que, "antes de que estos poderes de las profundas
tinieblas de los principados y autoridades de Satanás, en el
cielo, en el paraíso y en la tierra, Dios no podía a hacer a
ningún hombre, mujer, niño o niña de Israel y así también de
las naciones de la tierra: en su hijo legitimo o en su hija
legitima". Pero "gracias a la obra sobrenatural del descenso
del paraíso para nacer, vivir la Ley de Dios y predicarla en
todo Israel, para luego ser crucificado por cumplimiento de
ella en los árboles cruzados de Adán y Eva y sobre la cima de
la roca eterna, en las afueras de Jerusalén, en Israel,
entonces Dios triunfa sobre el pecado enormemente".
Porque "nadie podía predicar la Ley de Dios y de Moisés, sino
la cumplía cabalmente en su corazón, en su espíritu, en su
alma y en su cuerpo humano" delante de Dios sumamente santo e
infinitamente honrado en el cielo y en la tierra por sus
ángeles, pos sus hijos y por sus hijas. Pero como el Señor
Jesucristo no sólo descendió a Israel en el Espíritu Santo de
la Ley de Dios y de Moisés, sino que también vivió
perfectamente en éste Espíritu Celestial de la Ley de nuestra
salvación y de nuestra bendición infinita, en la tierra, para
cumplirla y honrarla para siempre.
Y como nuestro Mesías nació, vivió por el Espíritu de la Ley
de Dios y de Moisés, por ejemplo, entonces Él si podía
predicarla a todas luces a las gentes de Israel, gentiles y
hebreas (y del mundo entero, por supuesto, como hoy en día),
para posteriormente derramar su sangre por ella, sobre la
roca eterna, en las afueras de Jerusalén. Y "ésta era sangre
santa, sangre de vida eterna para todos sus fieles de todas
las razas, familias, pueblos, tribus, linajes y reinos del
hombre, en el paraíso, en la tierra y en La Nueva Jerusalén
del cielo", infaliblemente.
Para que de esta manera, "ya el pecado no tenga ningún poder
sobrenatural por los principados y autoridades de Satanás y
de sus seguidores" en el paraíso, en la tierra y así también
en la eternidad venidera, del nuevo reino inmortal, sino que
"todos sean liberados para conocer sólo la luz de la verdad,
el derecho y la justicia del Mesías". Porque "fue el Mesías,
el Árbol de la vida eterna, en el paraíso, a quien Dios quiso
que Adán conociese primero y no a los ángeles del cielo",
aunque esto era muy loable hacerlo así por Dios primero, pero
"la importancia de conocer a Cristo, al Mesías, en el corazón
de Adán, realmente, era mayor en el corazón de nuestro Dios".
Y lo mismo es verdad, hoy en día, en Israel, aunque no lo
veas así --es decir--, que "nuestro Dios sólo desea que el
hombre conozca a su gran rey Mesías, el Cristo, el fruto del
Árbol Viviente, en todos los lugares de la tierra, como su
único Hijo amado posible", en esta vida y en la venidera,
también. Porque "sólo el gran rey Mesías es el cumplimiento
de la Ley en el paraíso, en la tierra y así también en la
nueva vida infinita del nuevo reino de los cielos", para
ángeles y para la humanidad entera, también.
Es más, nuestro "Padre Celestial sólo deseaba que Adán y sus
descendientes conociesen al Mesías, al Árbol de la vida
eterna de aquellos días y de siempre en la eternidad
venidera, para alcanzara la nueva vida infinita, la cual
nuestro Dios buscaba encontrarla no tanto en los ángeles,
sino en el hombre por medio de su Hijo amado", ¡el Cristo! Y
es por esta razón, que "nuestro Dios tenia que ponerle fin al
pecado de Lucifer, en los corazones de todos los hombres,
mujeres, niños y niñas de la humanidad entera, comenzando con
Israel, por ejemplo, para comenzar entonces la nueva gloria
celestial e infinita de un nuevo reino inmortal", en la
tierra y en el cielo.
Entonces "el pecado ha muerto infinitamente, en nuestro Señor
Jesucristo: Gracia a su vida santísima vivida en la tierra de
Israel, de acuerdo al plan de salvación de Dios, la cual
cumplió todo precepto y significado eterno de cada letra,
palabra y tildes con sus significados eternos de la Ley", en
la tierra y así en la nueva vida infinita. Por lo tanto, "el
pecado ha muerto en el cielo, en el paraíso y así también en
todos los lugares de la tierra", para los que creen en Cristo
en sus corazones y así confiesan su nombre santo delante de
Dios y de su Espíritu Santo con sus labios, entonces "sean
libres infinitamente para vivir y gozar la vida eterna".
Porque "el pecado no sólo murió para el hombre y la Ley
Viviente de Dios, sino también para Satanás y para cada uno
de sus ángeles caídos, por ejemplo, en todos los lugares de
la creación de Dios y así también en el bajo mundo de las
almas perdidas", como el infierno y como el lago de fuego,
por ejemplo. Y, "como el pecado ya no tiene poder alguno para
hacer ninguno de sus males de siempre": como maldecir,
enfermar, destruir y hasta matar a ángeles del cielo y
hombres, mujeres, niños y niñas de la humanidad entera,
entonces "Satanás no posee poder alguno en ninguno de sus
principados y autoridades de la antigüedad, ni de hoy en día,
tampoco".
Es decir, también, de que "desde el día que el Señor
Jesucristo venció al pecado con el poder sobrenatural del
Espíritu de la letra de la Ley de Dios, por ejemplo, en su
corazón, en su sangre, en su vida santísima y en su nombre
sumamente glorioso y milagroso, entonces "Satanás comenzó a
morir poco a poco para desaparecer inconmensurablemente". Es
decir, que "Satanás no sólo ya no tiene poder alguno para
hacer los daños que antes hacia a los ángeles fieles a Dios y
a su Árbol de vida y al hombre de la tierra, sino que comenzó
a envejecer poco a poco y hasta que por fin muera": "Muera,
como cualquier pecador, para no volverse a levantar jamás".
Porque "la verdad es que sin el poder absoluto del pecado y
de sus tinieblas, Satanás ya no es el Satanás terrible de
antes", sino un espíritu caído: "caído como cualquier
espíritu perdido en las tinieblas del bajo mundo, como en el
infierno y finalmente como en el lago de fuego", la muerte
final de todo ser rebelde a Cristo. Entonces "desde los días
de la cruz, en las afueras de Jerusalén, en Israel, la Ley de
Dios no sólo fue cumplida cabalmente en su totalidad, para
gloria y para honra infinita de nuestro Padre Celestial que
está en los cielos, sino mucho más que todo esto".
Realmente "el rival y enemigo de Dios y de toda verdad,
justicia y derecho del Árbol de la vida para bien de ángeles
del cielo y así también para Adán y cada uno de sus
descendientes, entonces comenzó a morir", para la nueva
eternidad venidera del nuevo reino inmortal, de ángeles y de
la nueva humanidad infinita, por ejemplo. Y "como Satanás
muere poco a poco y hasta desaparecer por completo de
nuestras vidas y de la vida de nuestro Árbol de la vida
eterna, primordialmente, entonces vamos a comenzar a gozar la
vida inmortal con cada una de sus riquezas celestiales": como
jamás lo pensamos hacer así, ni en nuestros mejores sueños,
mi estimado hermano y mi hermana.
¡Gloria a Dios! Dale: ¡Gloria al que vive por los siglos de
los siglos, en tu corazón eterno, hoy y por siempre en la
nueva eternidad venidera! Entrégale: la gloria de tu corazón
a tu Dios y Creador de tu vida, por medio de su Hijo amado,
porque ¡sólo Él es digno de toda gloria y de toda honra, en
la tierra, en el paraíso y así también en La Nueva Jerusalén
Santa e Infinita del cielo!
DIOS UNGIRA A JESUCRISTO EN NUESTROS CORAZONES, POR SU
RECTITUD
"Por lo tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los
fuertes repartirá botines en los últimos días de vida de la
tierra", hablaba nuestro Padre Celestial sobre su Hijo amado,
el Mesías eterno (en el libro del profeta Isaías, a sus
pueblos de toda la tierra, comenzando con Israel). Porque
ciertamente "nuestro Señor Jesucristo derramó su vida hasta
la muerte sin escatimar nada de él, ni lo más preciado de su
corazón santísimo y, además, fue contado entre los
transgresores, sin haber hecho mal alguno a nadie": pues,
habiendo Jesucristo llevado el pecado de muchos e intercedido
por ellos, alcanzando así: ¡el perdón y la vida eterna para
todos!
En la medida en que, "todos estaban condenados a la muerte
eterna del fuego eterno del infierno candente e infinitamente
violento, ya que habían pecado en sus espíritus humanos, con
el tan sólo hecho de haber nacido en el mundo": como
descendientes directos del espíritu de Adán en el paraíso,
por ejemplo. Y "por culpa de éste espíritu rebelde del
corazón de Adán, entonces no sólo Adán tuvo que alejarse de
su vida angelical del paraíso, sino también Eva (su esposa) y
todos sus descendientes (como tú y yo, hoy), para que el
pecado y la maldad de la mentira y de la muerte eterna no se
propaguen en el cielo infinitamente".
Porque la verdad es que "si Dios hubiese permitido que el
hombre siguiese viviendo su vida con sus descendientes,
entonces el espíritu rebelde de la mentira, la maldad y de la
muerte eterna se hubiese incrementado enormemente para mal de
muchos, en toda la creación celestial", para muerte y
destrucción de seres santos, cosas y lugares gloriosos del
cielo, por ejemplo. Pero "Dios fue sabio e hizo cumplir la
palabra viva y bendita de su Ley Eterna, haciendo que Adán y
sus descendientes no sigan viviendo sus vidas angelicales en
el paraíso, sino en otro lugar, lo más lejos posible del
paraíso" (para evadir cualquier clase de problemas terribles
que puedan surgir, en el más allá, como pecados
imperdonables, por ejemplo).
Y "éste nuevo lugar de vida para el hombre es la tierra, de
nuestros días y de siempre, para posteriormente cambiarles su
espíritu rebelde a él y a su palabra viva, por el espíritu
obediente de su fruto de vida eterna, su Hijo amado", ¡el
único Mesías posible en todos los tiempos para Israel y para
las naciones! Entonces "cuando nuestro Señor Jesucristo
descendió del paraíso, no nació en Israel por voluntad del
hombre, sino por la voluntad perfecta de Dios y del Espíritu
de la Ley de Dios y de Moisés.
Porque era necesario que nuestro Señor Jesucristo descendiese
del cielo en el único Espíritu Santo de la Ley de Dios y de
Moisés, para empezar la nueva vida infinita del nuevo reino
de Dios y de sus seres muy amados, como hombres, mujeres,
niños, niñas y huestes de ángeles gloriosos del cielo. Y así
entonces nuestro rey Mesías y salvador de nuestras almas
infinitas no entre al mundo en el pecado de Adán, como
cualquier pecador o como cualquier pecadora, sino en el
Espíritu de la Ley de la gracia y de la misericordia infinita
de nuestro Padre Celestial que está en los cielos".
Porque "después de haber el Espíritu de Dios entrado en el
vientre virgen de la hija de David, entonces permaneció nueve
(9) meses en su vientre, formando el cuerpo, con sus huesos y
con su sangre santa, para darnos el Mesías", ¡el único
salvador posible de todos los tiempos, de Israel y de las
naciones! Y "si el Espíritu de Dios entro en el vientre
virgen de la hija de David, para salir luego en un cuerpo
formado como hombre de la tierra, entonces éste ser viviente
si es el Hijo amado de Dios, prometido a los antiguos como el
salvador del mundo entero", para gloria y para honra infinita
de nuestro Padre Celestial, para siempre.
Entonces "el Mesías si es el Hijo de Dios" por voluntad
perfecta del Espíritu de la Ley de Dios y de Moisés, por
ejemplo, para hoy en día y para la eternidad. Es por esta
razón, que como otro ser tan santo y tan glorioso, el
Espíritu de la Ley de Dios y de Moisés no habla de otro
igual, que no sea nuestro gran rey Mesías, ¡el salvador de
Israel y de la humanidad entera, también, eternamente y para
siempre!
Pues así "como la Ley de Dios y de Moisés descendió del cielo
sobre el Monte Sinaí para Israel y para la humanidad entera,
para darnos el Espíritu de gracia, misericordia, perdón,
sanidad, bendición, paz, gozo, felicidad y salvación infinita
de nuestras almas, por medio del Mesías", pues así también el
hombre le devuelve su Ley sagrada. Es decir, también que "el
hombre le entrego a Dios su Ley Santa, sumamente honrada y
glorificada en la vida de nuestro Señor Jesucristo, pero con
su misma sangre santa y gloriosa, sobre el madero y sobre lo
alto de la cima de un monte escogido por Dios": la roca
eterna de Dios, en las afueras de Jerusalén, en Israel.
Y "si tú crees en nuestro Espíritu Santo de Dios que trajo al
Árbol de la vida a Israel, para vivir y cumplir la Ley de
Dios, con el fin de matar al pecado y a su autor, Satanás,
entonces tienes el perdón de Dios y la vida en abundancia en
tu nuevo ser", para nuestro Padre Celestial. Es decir,
también, "que eres, hoy en día, sin duda alguna, un hijo de
Dios o una hija de Dios", de la misma manera, que nuestro
salvador Jesucristo es el Hijo de Dios, en el cielo y así
también en la tierra para la eternidad venidera de La Nueva
Jerusalén Santa y Perfecta del cielo, eternamente y para
siempre.
Porque "si el Espíritu Santo trajo al mundo a nuestro Señor
Jesucristo, por la carne y el vientre virgen de la hija de
David, pues así también por tu carne y por tu espíritu humano
y de fe, en el Señor Jesucristo, puede convertirte en un
nuevo ser viviente para Dios": libre de pecados y de la
condena de muerte infinita. Es decir, que "nuestro Espíritu
Santo te transforma en un ser muy santo, gracias al Espíritu
de la sangre y de la vida gloriosa de nuestro Señor
Jesucristo, en un hijo de Dios o en una hija de Dios, desde
hoy mismo y en adelante para la eternidad venidera", de Dios
y de su gran rey Mesías, ¡el Cristo!
Porque "sólo en éste Espíritu, de la gracia y de la
misericordia infinita de Dios, era que nuestro Señor
Jesucristo iba a cumplir la Ley de Dios y de Moisés en su
vida y en la vida de cada hombre, mujer, niño y niña de la
humanidad entera", para empezar ya a vivir el Espíritu de la
nueva vida infinita. Visto que, "la verdad es que el Espíritu
de la vida antigua de la Ley es el mismo Espíritu del Mesías,
o podemos decir también: el Espíritu de la vida del Mesías es
el mismo Espíritu de la Ley de Dios, en el cielo y asimismo
en todos los lugares de la tierra", comenzando en Israel
primero, por ejemplo.
Es decir, también, "de que si nuestro Señor Jesucristo no
hubiese descendido del paraíso en su Espíritu de la Ley, para
nacer y vivir en la tierra escogida por Dios, entonces la Ley
no se hubiese vivido, ni menos cumplido en su perfección
celestial jamás en Israel, ni mucho menos Satanás y su pecado
hubiesen sido derrotados en la cruz". En verdad,
"estuviéramos más muertos que vivos, hoy en día, en todos los
lugares de la tierra, y nuestro destino final no seria el
paraíso, sino el infierno infinito, sin lugar a duda, para
jamás volver a ver, ni menos vivir el Espíritu de la Ley
cumplida en nuestros corazones en Cristo, salvador y Señor
nuestro", hoy y por siempre.
Es decir, también "de que sin Cristo, realmente, no somos
nada delante de Dios, delante de su Espíritu Santo y delante
de sus huestes angelicales, por ejemplo, en el cielo, en la
tierra y así también en la nueva eternidad venidera", de La
Nueva Jerusalén Santa y Perfecta del cielo. Pero "como Dios
tuvo misericordia de nosotros, al ver nuestro estado
espiritual y de perdición eterna, entre las profundas
tinieblas de Satanás y de su pecado eterno, entonces nos dio
de su Espíritu Santo, de su Ley Eterna", y, finalmente, nos
dio también: "la vida misma de su Hijo amado", nuestro gran
rey Mesías, ¡el fruto perfecto de la vida!"
Además, "ésta vida eternal es la de su Árbol de vida, nuestro
Señor Jesucristo", para que con su Espíritu de vida infinita,
entonces "cumplamos su Ley Divina al pie de cada letra, de
cada palabra y de cada significado eterno, eternamente y para
siempre, con tan sólo creer en Él, en nuestros corazones y
confesar su nombre con nuestros labios". Porque de otra
manera, "no era posible el cumplimiento del Espíritu de la
Ley de Dios y de Moisés, ni menos la derrota eterna del
pecado y de Satanás, en Israel, ni el paraíso, ni en la
tierra, ni mucho menos en la nueva vida venidera", del nuevo
reino celestial, de ángeles y de la nueva humanidad infinita,
por ejemplo.
Dado que, "todo hombre y toda mujer nacen en la tierra,
exclusivamente en el espíritu de Adán, el cual se rebelo en
contra de Dios y de su fruto de vida, nuestro Señor
Jesucristo, en el paraíso, por ejemplo, para maldición y
perdición de sus almas, en el más allá", como entre las
llamas eternales del infierno candente e infinitamente
violento. De hecho, "esto era algo que nuestro Dios no podía
aceptar en la vida de su Hijo amado, para vencer al pecado y
a cada una de las artimañas de Satanás, en el corazón y en la
vida de cada hombre, mujer, niño y niña de la humanidad
entera", comenzando con Adán y Eva, por ejemplo, en el
paraíso.
Entonces "nuestro salvador Jesucristo tenia que nacer en el
Espíritu de la verdad, el derecho y la justicia infinita, del
Espíritu de la Ley de Dios, en el vientre virgen de una de
las hijas de David, para entonces poder cumplir la promesa
hecha a los antiguos de entregarles": un Mesías Redentor,
especialmente para ellos primero y para las naciones. Porque
"si el salvador de Israel y del mundo entero nacía en el
espíritu de Adán, entonces el cumplimiento de la Ley de Dios
y de Moisés era totalmente imposible", en esta vida y en la
venidera, también, eternamente y para siempre: "Lo cual
significa separación total del hombre de Dios y de su nueva
vida infinita, en el cielo".
Y "nuestro Dios no está buscando separarse del hombre más,
sino acercarse cada vez más y hasta por fin unirse para ser
una sola vida eterna", en la tierra y así también en la nueva
vida celestial del nuevo reino de los cielos, como la nueva
vida perfecta de la Nueva Jerusalén del Mesías y de la nueva
humanidad celestial. Fue por eso, que Jesucristo vino a
nosotros en los poderes sobrenaturales del Espíritu de la
Ley, en el día que nació en Israel" y así también, hoy mismo,
en cualquier lugar de la tierra: "Él se acerca a ti, por los
poderes prodigiosos del mismo Espíritu Santo, el cual lo
trajo al mundo inicialmente para transformar tu vida
milagrosamente".
Porque "eso es lo que nuestro Dios hace en la vida de cada
hombre, mujer, niño y niña de la humanidad entera,
transformarla sólo por medio de los poderes milagrosos de su
Espíritu Santo y de la vida gloriosa y sumamente honrada de
nuestro Señor Jesucristo", ¡el único Árbol de la vida eterna
y Mesías Redentor de todos los tiempos! Y "como nuestro
salvador, no hay otro igual jamás, en el reino de los cielos,
en el paraíso, en la tierra, ni en la nueva vida infinita de
La Nueva Jerusalén Celestial de la nueva vida eterna, de cada
ángel del cielo y así también de cada hombre, mujer, niño y
niña de las naciones del mundo entero".
Es por esta razón, que también "nuestro Padre Celestial le ha
entregado aún mayores poderes y autoridades muy especiales al
Señor Jesucristo y a su nombre muy santo, por cierto, en
nuestros corazones, para darle parte para con los grandes en
su gran día venidero" en la tierra, en el paraíso y en La
Nueva Jerusalén del cielo. Y sólo entonces "repartir los
botines de lo ganado, en todas las batallas en contra de
Satanás y de sus ejércitos de mentiras y de maldades
terribles del infierno, para que su vida y su nombre sea aún
mucho más glorioso y honroso que antes, en los corazones de
sus ángeles, hombres, mujeres, niños y niñas de la humanidad
entera".
Porque "fue Jesucristo quien derramo el Espíritu de su sangre
y de su vida muy santa sobre los árboles cruzados de Adán y
Eva, y fue contado entre los pecadores sin haber maldad en
Él, para llevar los pecados de muchos de ellos y así
finalmente antes de su muerte intercedió ante el Padre
Celestial, por sus vidas eternas". Para que entonces "Dios
mismo les perdone cada uno de sus pecados, ya que había
destruido los poderes de las tinieblas de la vida de pecado
de Satanás, de sus ángeles caídos y del ángel de la muerte,
en la cruz, por ejemplo, para entonces entregarles su
salvación infinita, sin escatimar jamás ninguna bendición del
cielo a ninguno de ellos".
NUESTRO MESÍAS NOS ENTREGA PODERES MILAGROSOS, PARA DERROTAR
A SATANÁS
Y "porque nuestro Señor Jesucristo ha alcanzado tanta gloria
y tanta honra para nuestro Padre Celestial que está en los
cielos, entonces nuestro Dios le ha entregado poderes y
autoridades sobrenaturales concerniente a cada uno de
nosotros", de todas las razas, familias, pueblos, linajes,
tribus y reinos de la tierra, "para vencer al pecado y al
enemigo de nuestras vidas". Por ello, el Señor Jesucristo les
decía a sus apóstoles y discípulos en todo Israel: "He aquí,
les doy autoridad de pisar víboras venenosas, alacranes,
demonios, y sobre todo el poder del enemigo de Dios y de sus
almas infinitas; y nada de él les hará daño jamás, en esta
vida, ni en la venidera, tampoco, eternamente y para
siempre".
Es decir, que cada hombre, mujer, niño y niña de la humanidad
entera, posee en si, si tan sólo cree en su corazón y así
confiesa con sus labios el nombre sagrado de nuestro Señor
Jesucristo: "Poderes y autoridades sobrenaturales para
pisotear a demonios, víboras, escorpiones y nada del maligno
les hará daño alguno en sus vidas, para siempre". Por lo
tanto, hoy en día, "tú tienes los mismos poderes y
autoridades sobrenaturales que cualquier hombre o mujer de fe
y buena voluntad que ame a su Dios y Creador de su vida con
todo su corazón, en el nombre sagrado de nuestro Señor
Jesucristo; es más, tienes aun más poderes sobrenaturales que
los ángeles del cielo, en Cristo".
Y "ésta es una verdad que Satanás conoce muy bien en su
corazón inicuo, pero él quiere que tú (ni ninguno de los
tuyos) jamás la conozcas, para que estos poderes no actúen en
contra de él y de sus seguidores, en ningún lugar de la
tierra", para no ser humillado más, como Cristo lo humilla
públicamente en la cruz. Porque "cada vez que el corazón del
hombre o el corazón de la mujer se arrepiente de su pecado y
de sus maldades, e invocan el nombre milagroso del Señor
Jesucristo, entonces maravillas y prodigios comienzan a obrar
a favor de cada uno de ellos y hasta de sus familias y amigos
en sus tierras y hasta en tierras lejanas, también".
Y "de estos poderes sobrenaturales son muchos, los mismos que
actúan a favor de los ángeles, arcángeles, serafines,
querubines y demás seres muy especiales y santos del cielo,
para ser protegidos por los poderes de gran mentira y de gran
maldad de Satanás y de sus ángeles caídos, por ejemplo", para
no ser contaminados jamás con las tinieblas del pecado.
Porque "así como Satanás ataco con el espíritu de sangre fría
a los ángeles fieles a Dios y a su Árbol de vida, el Mesías,
y de igual forma ataco a Adán y a Eva en el paraíso: pues así
también, desea seguir atacando a los demás ángeles y la
humanidad entera en la tierra, para contaminarlos con sus
mentiras".
Fue por esta razón, que "el comer del fruto de la vida del
paraíso era tan importante para Adán y Eva así como siempre
lo fue para los ángeles del cielo", como de los que no
creyeron a las mentiras de Satanás, cuando Satanás afirmaba
que podía exaltar su nombre inicuo más alto que el nombre del
Mesías, por ejemplo. En verdad, "sólo una tercera parte de
los ángeles del cielo creyeron a las mentiras de Satanás y,
por lo tanto, pecaron y, a la vez, fueron destituidos de la
gloria de vivir con Dios y con los ángeles fieles a su nombre
muy santo, en el reino de los cielos".
Y "estos son los demonios que siguen creyendo en sus
corazones en las mentiras y en el nombre inicuo de Satanás,
para posteriormente ser juzgados por Dios y destruidos sus
espíritus corruptos en el lago de fuego, su muerte final en
el más allá". De hecho, esto es algo que ellos saben muy bien
en sus corazones, es decir, "que ya están condenados por Dios
por haberse levantado en contra de Él y de su Árbol de vida
eterna", ¡nuestro Señor Jesucristo!, en el cielo y en la
tierra, también.
Además, "estos ángeles que creyeron a la mentira de Satanás,
por ejemplo, de que podía exaltar su nombre inicuo mucho más
alto que el nombre del gran rey Mesías, el Árbol de la vida
eterna, entonces se contaminaron sus corazones y sus
espíritus eternos con las profundas tinieblas de maldad para
perderse para siempre", en el fuego eterno del infierno.
Porque "la verdad es que para vivir una vida sumamente santa
e infinitamente gloriosa en el cielo, entonces se necesita
comer siempre del fruto del Árbol de la vida, el Mesías; de
otra manera, no es posible vivir delante de Dios con tanta
santidad y con tanta pureza celestial en la infinitud de los
ángeles y del Espíritu Santo, por ejemplo".
Pues "así también es la verdad en el paraíso y en todos los
lugares de la tierra, el hombre, la mujer, el niño y la niña,
al igual que Adán y Eva, no pueden vivir sin haber comido del
fruto de la vida, para poseer los poderes sobrenaturales de
santidades y de perfecciones eternas y vivir felices
infinitamente sus vidas celestiales". Es decir, "vivir sus
vidas celestiales e infinitas en el paraíso y en La Nueva
Jerusalén del cielo, para agradar al corazón y al nombre muy
santo de nuestro Padre Celestial y de su Espíritu Santo, sin
jamás ofenderlos en nada, ni en ninguno de sus preceptos muy
santos, por cierto, de su Ley muy Divina y Eterna".
Es decir, también, "que la santidad y la gloria de nuestro
salvador Jesucristo son de suma importancia en nuestras
vidas, en nuestros hogares, en nuestras tierras así como
siempre lo ha sido de tanta importancia en los corazones de
los ángeles, de sus viviendas y de sus tierras celestiales
del cielo, para vivir protegidos por siempre del mal de
Satanás". Y "fue por esta razón, de que nuestro Padre
Celestial ha requerido de todo hombre, mujer, niño y niña de
la humanidad entera, comenzando con Adán y Eva en el paraíso,
así como requirió de los ángeles de su reino celestial, por
ejemplo, de comer y de beber de su fruto de vida eterna", su
Hijo, ¡su único rey Mesías!
Para que "de esta manera única y verdadera, entonces vencer
día y noche al enemigo de su verdad, de su justicia y de su
derecho de vivir infinitamente en el paraíso, en la tierra y
en cualquier lugar de La Nueva Jerusalén Santa e Infinita del
cielo, en paz, alegres y gozosos con su Creador, para siempre
en la eternidad". Entonces "estos poderes y autoridades que
Dios mismo les entrego al hombre, por decreto celestial y
voluntad perfecta de su corazón y de su alma santísima por
amor a su palabra, ha sido desde mucho antes del día que nos
comenzó a formar en sus manos santas del polvo de la tierra,
para que conozcamos su amor infinito, únicamente en Cristo".
Puesto que, "sólo por medio de su Hijo amado, nuestro Señor
Jesucristo, es que realmente se puede amar a nuestro Padre
Celestial que está en los cielos; ya que, no hay otra manera
u otro Espíritu de vida eterna, para comenzar a amarle a él y
a su Ley Divina, por ejemplo", en nuestros corazones y en
nuestras almas infinitas. Es por esta razón, también, mi
estimado hermano y mi estimada hermana, "que el nombre del
gran rey Mesías de todos los tiempos, Jesucristo, viene a ti
día y noche y sin cesar jamás para tocar tu corazón y
convertirte en un ángel del cielo, ni más ni menos, para el
servicio santo de tu corazón a su nombre santísimo".
Entonces "tú tienes poderes y autoridades sobrenaturales en
contra de Satanás y de sus ejércitos de maldad, en las
alturas, en la tierra y en la eternidad: porque Dios mismo te
las ha entregado a ti y a cada uno de los tuyos, también,
para que puedas vivir en victoria infinitamente, en la tierra
y así también en el paraíso". Y "estos son poderíos
sobrenaturales con grandes poderes y autoridades de la vida
santa del paraíso y del reino de los cielos, declaradas de
parte de Dios, en el nombre de Jesucristo, para pisotear a
víboras, escorpiones, demonios y todos los poderes de
Satanás", y nada de él podrá jamás tocar tu vida para
robarte, para matarte o para destruirte.
Y "Satanás no desea que llegue esta gran verdad, justicia y
derecho celestial de Dios y de su fruto de vida eterna a tu
corazón", porque quiere seguir robándote y destruyéndote a
como de lugar, "para que tú jamás conozcas en tu espíritu
humano: al Espíritu de su amor y de su gracia infinita, hacia
ti y hacia los tuyos". Verdaderamente, "lo que el espíritu
inicuo de Satanás desea es sólo ruina total en tu vida, no
tanto para que ya no vivas más, sino para que no conozcas a
tu Dios y Creador de tu vida, en el paraíso, ni en la tierra,
ni mucho menos en La Nueva Jerusalén del cielo, por ejemplo".
Y, es por eso, que "Satanás lucha en contra de tu vida con
todas sus armas de guerra más terribles, para arruinarte a
como de lugar y hasta que ya no haya posibilidad alguna de
que tu corazón y tu alma infinita puedan conocer a Dios y a
su Hijo amado", en esta vida, ni en la venidera, tampoco. Y
"si tú no crees así, que Satanás sólo desea tu mal, entonces
mira hacia atrás y ve la vida de otros y como terminaron sus
días de vida en la tierra, sin el Espíritu de fe y sin el
perdón eterno del Señor Jesucristo.
Además, "si lees el pasado, entonces te darás cuenta que
ellos vivieron una vida corta y de pronto sucumbieron al
polvo de la muerte, porque Satanás estaba obrando en sus
vidas, para robarles, matarles y destruirles, hasta que no
quedo nada de ellos sobre la tierra, salvo un objeto con sus
nombres y el día de sus nacimientos y fallecimientos". "Eso
es lo que Satanás hace en la vida de cada hombre, mujer, niño
y niña de la humanidad entera, que no conoce en su corazón,
ni a invocado con sus labios: el nombre sagrado de sus
poderíos y autoridades celestiales, para destruir cada una de
las obras malignas de Satanás", las cuales ha puesto en sus
vidas, para devastarlas.
De hecho, "estas son palabras y obras de gran maldición
eterna de Satanás, para que obren para mal de cada uno de
ellos y de los suyos, también", día y noche y hasta que no
quede nada de ellos sobre la tierra, sino sólo un objeto en
donde se lea su nombre, día de nacimiento y día de su
defunción. En verdad, "Satanás está obrando en tu vida para
destruirte a como de lugar, como a los demás que viven en el
polvo de la tierra, hoy en día".
Pero "nuestro Padre Celestial por medio de su Espíritu Santo
y de su Hijo amado, nuestro Señor Jesucristo, sigue haciendo
maravillas, milagros y hasta prodigios en los cielos y en la
tierra, para que vivas la vida eterna", con cada una de sus
ricas bendiciones de la nueva vida de La Nueva Jerusalén
Santa y Perfecta del cielo. Y esto es el amor que Cristo
trajo al mundo del paraíso para ti y para los tuyos, para que
la humanidad viva y no muera jamás, por culpa del pecado de
nadie, por ejemplo.
CADA DÍA ES EL JUICIO DE ESTE MUNDO Y SATANÁS ES ECHADO FUERA
DE TU VIDA
"Hoy es el juicio de este mundo, a modo definitivo", les
afirmaba el Señor Jesucristo a sus apóstoles y discípulos en
todo Israel, cada vez que predicaba su palabra de
reconciliación con Dios y, además, también, de salud, de
bendición y de salvación infinita para sus corazones y para
sus almas infinitas a las multitudes, hebreas o gentiles, por
ejemplo. "Pues ahora será echado fuera el príncipe de las
tinieblas de este mundo, para que la mentira deje de existir
en los corazones y en las lenguas de la gente de maldad y de
las profundas tinieblas del pecado de Satanás y de sus
ángeles caídos, en contra de Dios y de su fruto de vida
eternal", ¡el Mesías Celestial!
En vista de que, "para Satanás ya no hay vida alguna posible
para él, en este mundo, ni en el venidero de Dios y de su
Árbol de vida eterna, rodeado por siempre de su Espíritu
Santo, de sus huestes angelicales y de su nueva humanidad
infinita de todas las naciones de la tierra. Y "todos vivirán
felices por siempre en la nueva era venidera del nuevo reino
de los ángeles celestiales, porque Satanás y su pecado
amenazador ya no existirán jamás, para hacerle daño a nadie,
ni menos a Dios y a su Hijo amado", ¡el gran rey Mesías de
todos los tiempos de Israel y de las naciones de la tierra!
"Todo será gloria tras gloria, felicidad tras felicidad,
prosperidad tras prosperidad y paz infinita tras paz
infinita, jamás alcanzadas por los ángeles de los cielos
hasta aquellos días venideros de nuevas glorias eternas de
Dios, de su Hijo amado y de su humanidad celestial, llenos
por siempre del Espíritu Santo de Dios", para la nueva
eternidad celestial del nuevo reino infinito. En verdad, "la
nueva vida de Dios habrá comenzado en el corazón de Dios
primero y luego en los corazones de todos sus muy amados, en
el Señor Jesucristo, como ángeles del cielo y hombres,
mujeres, niños y niñas de la humanidad entera", comenzando
con Israel, por ejemplo, para ser infinitamente felices y más
nunca conocer el mal nuevamente.
Porque en aquellos días, "cada pecado de mentiras, de
calumnias, de ídolos, de maldiciones, de condenas, de
abominaciones, de inmoralidades, de obsesiones, de
adulterios, de indecencias y en fin todos los males de las
tinieblas del más allá, habrán sido justamente juzgadas por
Dios", sólo en el poder sobrenatural de la misma vida
gloriosa de su Hijo, ¡el Mesías Infinito! Porque "nuestro
Señor Jesucristo no sólo perdona pecados, salva y sana la
vida del hombre, sino que también es la muerte del pecado, de
Satanás y de cada uno de sus ángeles caídos y hasta
finalmente la muerte del mismo ángel de la muerte, de la
tierra y del bajo mundo de las almas perdidas, como el
infierno abrasador".
Y todo esto, "nuestro Señor Jesucristo lo hace con sus
poderes sobrenaturales de su Espíritu de vida y de su sangre,
la cual dejo correr sobre los árboles cruzados de Adán y Eva,
sobre la cima de la roca eterna, en las afueras de Jerusalén,
para ponerle fin a la vida de pecado", en todos los seres
creados por Dios. Ciertamente, "cada día y cada noche es el
juicio de Dios para este mundo, por su culpa, por su rebelión
y por sus pecados, llevados acabo en el corazón y en la vida
de cada hombre y mujer rebelde al fruto del Árbol de la
vida", nuestro salvador Jesucristo, comenzando con el
espíritu desobediente de Adán y Eva, por ejemplo.
Porque "realmente no hay mayor pecado para nuestro Dios que
no sea el desprecio y la humillación hecha en contra de su
Hijo y de su obra justa y sublime, no sólo en las afueras de
Jerusalén, sino también, hoy mismo, en los corazones de los
hombres, mujeres, niños y niñas de la humanidad entera y en
sus hogares, por ejemplo". Ya que, "es necesario que no sólo
Dios entre en los corazones y en las vidas de los ángeles del
cielo y así también de la humanidad entera, porque Dios tiene
que vivir en los hogares de cada uno de ellos, por medio de
su Hijo, ¡nuestro Señor Jesucristo!, para perdón de pecados y
para alcanzar bendiciones infinitas del cielo.
Dado que, "si Dios entra en los corazones y en los hogares de
todas las familias de las naciones de la tierra, entonces ya
no habrá más lugar para las profundas tinieblas de los
pecados terribles de Satanás y de sus ángeles caídos, para
seguir robando, matando y destruyendo toda vida", sino que
todo seria totalmente diferente en la tierra. Es decir, "que
toda la tierra seria llena de vida y luz, como en el mismo
reino celestial, como Dios mismo lo soñó desde siempre, para
que sea así con todas las razas, las familias, los pueblos,
las naciones y los reinos del hombre en todos los lugares de
la tierra: Un paraíso terrenal, único como el mismo paraíso
antiguo, ciertamente".
Es decir, también, "que el fin del príncipe de este mundo es
ya, en tu corazón y en el corazón de los hombres, mujeres,
niños y niñas de la humanidad entera, porque nuestro Dios lo
destruyo junto con sus poderes diabólicos de sus pecados,
llenos de mentiras, engaños y decepciones terribles del
infierno", en el nombre de nuestro salvador Jesucristo.
Entonces, hoy en día, "somos más que vencedores sobre los
poderes del mal de Satanás y de sus ángeles caídos, para que
ya no nos hagan ningún mal, en nuestros corazones y en
nuestras vidas por la tierra y hasta que por fin entremos de
lleno a nuestras nuevas tierras y con nuevos cielos", de La
Nueva Jerusalén Celeste e Infinita.
Es por esta razón, también, "que nuestro Padre Celestial
siempre le ha dicho al hombre de toda la tierra, desde el
primer día y sin cesar, que no tema a Satanás en ninguna de
sus artimañas, si en sus corazones vive el Espíritu de la
vida y de la sangre gloriosa e infinitamente sagrada de su
Hijo", ¡nuestro Señor Jesucristo! Porque "si el Espíritu de
la vida y de la sangre santísima de nuestro Señor Jesucristo
vive en sus corazones, entonces Satanás ya está derrotado y
muerto en sus vidas, mucho antes que comience a lanzar sus
primeros intentos de ataques a sus almas, por ejemplo, en
cualquier lugar del paraíso o de la tierra, de nuestros días
y de siempre.
El amor (Espíritu Santo) de nuestro Padre Celestial y de su
Jesucristo es contigo.
¡Cultura y paz para todos, hoy y siempre!
Dígale al Señor, nuestro Padre Celestial, de todo corazón, en
el nombre del Señor Jesucristo: Nuestras almas te aman,
Señor. Nuestras almas te adoran, Padre nuestro. Nuestras
almas te rinden gloria y honra a tu nombre y obra santa y
sobrenatural, en la tierra y en el cielo, también, para
siempre, Padre Celestial, en el nombre de tu Hijo amado, el
Señor Jesucristo.
LOS ÍDOLOS SON UNA OFENSA / AFRENTA A LA LEY PERFECTA DE DIOS
Es por eso que los ídolos han sido desde siempre: un tropiezo
a la verdad de Dios y al poder de Dios en tu vida. Un
tropiezo eterno, para que la omnipotencia de Dios no obre en
tu vida, de acuerdo a la voluntad perfecta del Padre
Celestial y de su Espíritu Eterno. Pero todo esto tiene un
fin en tu vida, en ésta misma hora crucial de tu vida. Has de
pensar quizá que el fin de todos los males de los ídolos
termine, cuando llegues al fin de tus días. Pero esto no es
verdad. Los ídolos con sus espíritus inmundos te seguirán
atormentando día y noche entre las llamas ardientes del fuego
del infierno, por haber desobedecido a la Ley viviente de
Dios. En verdad, el fin de todos estos males está aquí
contigo, en el día de hoy. Y éste es el Señor Jesucristo.
Cree en Él, en espíritu y en verdad. Usando siempre tu fe en
Él, escaparas los males, enfermedades y los tormentos eternos
de la presencia terrible de los ídolos y de sus huestes de
espíritus infernales en tu vida y en la vida de cada uno de
los tuyos también, en la eternidad del reino de Dios. Porque
en el reino de Dios su Ley santa es de día en día honrada y
exaltada en gran manera, por todas las huestes de sus santos
ángeles. Y tú con los tuyos, mi estimado hermano, mi estimada
hermana, has sido creado para honrar y exaltar cada letra,
cada palabra, cada oración, cada tilde, cada categoría de
bendición terrenal y celestial, cada honor, cada dignidad,
cada señorío, cada majestad, cada poder, cada decoro, y cada
vida humana y celestial con todas de sus muchas y ricas
bendiciones de la tierra, del día de hoy y de la tierra santa
del más allá, también, en el reino de Dios y de su Hijo
amado, ¡el Señor Jesucristo!, ¡El Todopoderoso de Israel y de
las naciones!
SÓLO ESTA LEY (SIN ROMPERLA) ES LA LEY VIVIENTE DE DIOS
Esta es la única ley santa de Dios y del Señor Jesucristo en
tu corazón, para bendecirte, para darte vida y vida en
abundancia, en la tierra y en el cielo para siempre. Y te ha
venido diciendo así, desde los días de la antigüedad, desde
los lugares muy altos y santos del reino de los cielos:
PRIMER MANDAMIENTO: "No tendrás otros dioses delante de mí".
SEGUNO MANDAMIENTO: "No te harás imagen, ni ninguna semejanza
de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni
en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás ante ellas
ni les rendirás culto, porque yo soy Jehová tu Dios, un Dios
celoso que castigo la maldad de los padres sobre los hijos,
sobre la tercera y sobre la cuarta generación de los que me
aborrecen. Pero muestro misericordia por mil generaciones a
los que me aman y guardan mis mandamientos".
TERCER MANDAMIENTO: "No tomarás en vano el nombre de Jehová
tu Dios, porque Él no dará por inocente al que tome su nombre
en vano".
CUARTO MANDAMIENTO: "Acuérdate del día del sábado para
santificarlo. Seis días trabajarás y harás toda tu obra, pero
el séptimo día será sábado para Jehová tu Dios. No harás en
ese día obra alguna, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu
siervo, ni tu sierva, ni tu animal, ni el forastero que está
dentro de tus puertas. Porque en seis días Jehová hizo los
cielos, la tierra y el mar, y todo lo que hay en ellos, y
reposó en el séptimo día. Por eso Jehová bendijo el día del
sábado y lo santificó".
QUINTO MANDAMIENTO: "Honra a tu padre y a tu madre, para que
tus días se prolonguen sobre la tierra que Jehová tu Dios te
da".
SEXTO MANDAMIENTO: "No cometerás homicidio".
SEPTIMO MANDAMIENTO: "No cometerás adulterio".
OCTAVO MANDAMIENTO: "No robarás".
NOVENO MANDAMIENTO: "No darás falso testimonio en contra de
tu prójimo".
DECIMO MANDAMIENTO: "No codiciarás la casa de tu prójimo; no
codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su
sierva, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna que sea de tu
prójimo".
Entrégale tu atención al Espíritu de Dios y déshazte de todos
estos males en tu hogar, en tu vida y en la vida de cada uno
de los tuyos, también. Hazlo así y sin mas demora alguna, por
amor a la Ley santa de Dios, en la vida de cada uno de los
tuyos. Porque ciertamente ellos desean ser libres de sus
ídolos y de sus imágenes de talla, aunque tú no lo veas así,
en ésta hora crucial para tu vida y la vida de los tuyos,
también. Y tú tienes el poder, para ayudarlos a ser libres de
todos estos males, de los cuales han llegado a ellos, desde
los días de la antigüedad, para seguir destruyendo sus vidas,
en el día de hoy. Y Dios no desea continuar viendo estos
males en sus vidas, sino que sólo Él desea ver vida y vida en
abundancia, en cada nación y en cada una de sus muchas
familias, por toda la tierra.
Esto es muy importante: Oremos junto, en el nombre del Señor
Jesucristo. Vamos todos a orar juntos, por unos momentos. Y
digamos juntos la siguiente oración de Jesucristo delante de
la presencia santa del Padre Celestial, nuestro Dios y
salvador de todas nuestras almas:
ORACIÓN DEL PERDÓN
Padre nuestro que estás en los cielos: santificada sea la
memoria de tu nombre que mora dentro de Jesucristo, tu hijo
amado. Venga tu reino, sea hecha tu voluntad, como en el
cielo así también en la tierra. El pan nuestro de cada día,
dánoslo hoy. Perdónanos nuestras deudas, como también
nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en
tentación, mas líbranos del mal. Porque tuyo es el reino, el
poder y la gloria por todos los siglos. Amén.
Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, vuestro Padre
Celestial también os perdonará a vosotros. Pero si no
perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonará
vuestras ofensas.
Por lo tanto, el Señor Jesús dijo, "Yo soy el CAMINO, y la
VERDAD, y la VIDA ETERNA; nadie PUEDE VENIR al PADRE SANTO,
sino es POR MÍ". Juan 14:
NADIE MÁS TE PUEDE SALVAR.
¡CONFÍA EN JESÚS HOY!
MAÑANA QUIZAS SEA DEMASIADO TARDE.
YA MAÑANA ES DEMASIADO TARDE PARA MUCHOS, QUE NO LO SEA PARA
TI Y LOS TUYOS, EN EL DÍA DE HOY.
- Reconoce que eres PECADOR en necesidad, de ser SALVO de
éste MUNDO y su MUERTE.
Dispónte a dejar el pecado (arrepiéntete):
Cree que Jesucristo murió por ti, fue sepultado y resucito al
tercer día por el Poder Sagrado del Espíritu Santo y deja que
entré en tu vida y sea tu ÚNICO SALVADOR Y SEÑOR EN TU VIDA.
QUIZÁ TE PREGUNTES HOY: ¿QUE ORAR? O ¿CÓMO ORAR? O ¿QUÉ
DECIRLE AL SEÑOR SANTO EN ORACIÓN? -HAS LO SIGUIENTE, y di:
Dios mío, soy un pecador y necesito tu perdón. Creo que
Jesucristo ha derramado su SANGRE PRECIOSA y ha muerto por mi
pecado. Estoy dispuesto a dejar mi pecado. Invito a Cristo a
venir a mi corazón y a mi vida, como mi SALVADOR.
¿Aceptaste a Jesús, como tu Salvador? ¿Sí _____? O ¿No
_____?
¿Fecha? ¿Sí ____? O ¿No _____?
Si tu respuesta fue Si, entonces esto es solo el principio de
una nueva maravillosa vida en Cristo. Ahora:
Lee la Biblia cada día para conocer mejor a Cristo. Habla con
Dios, orando todos los días en el nombre de JESÚS. Bautízate
en AGUA y en El ESPÍRITU SANTO DE DIOS, adora, reúnete y
sirve con otros cristianos en un Templo donde Cristo es
predicado y la Biblia es la suprema autoridad. Habla de
Cristo a los demás.
Recibe ayuda para crecer como un nuevo cristiano. Lee libros
cristianos que los hermanos Pentecostés o pastores del
evangelio de Jesús te recomienden leer y te ayuden a entender
más de Jesús y de su palabra sagrada, la Biblia. Libros
cristianos están disponibles en gran cantidad en diferentes
temas, en tu librería cristiana inmediata a tu barrio,
entonces visita a las librerías cristianas con frecuencia,
para ver que clase de libros están a tu disposición, para que
te ayuden a estudiar y entender las verdades de Dios.
Te doy las gracias por leer mí libro que he escrito para ti,
para que te goces en la verdad del Padre Celestial y de su
Hijo amado y así comiences a crecer en Él, desde el día de
hoy y para siempre.
El salmo 122, en la Santa Biblia, nos llama a pedir por la
paz de Jerusalén día a día y sin cesar, en nuestras
oraciones. Porque ésta es la tierra, desde donde Dios lanzo
hacia todos los continentes de la tierra: todas nuestras
bendiciones y salvación eterna de nuestras almas vivientes. Y
nos dice Dios mismo, en su Espíritu Eterno: "Vivan tranquilos
los que te aman. Haya paz dentro de tus murallas y
tranquilidad en tus palacios, Jerusalén". Por causa de mis
hermanos y de mis amigos, diré yo: "Haya paz en ti, siempre
Jerusalén". Por causa de la casa de Jehová nuestro Dios, en
el cielo y en la tierra: imploraré por tu bien, por siempre.
El libro de los salmos 150, en la Santa Biblia, declara el
Espíritu de Dios a toda la humanidad, diciéndole y
asegurándole: - Qué todo lo que respira, alabe el nombre de
Jehová de los Ejércitos, ¡el Todopoderoso! Y esto es, de toda
letra, de toda palabra, de todo instrumento y de todo
corazón, con su voz tiene que rendirle el hombre: gloria y
loor al nombre santo de Dios, en la tierra y en las alturas,
como antes y como siempre, por la eternidad.
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